lunes, 16 de diciembre de 2019

Quiero beberme el ocaso...


Quiero beberme el ocaso en una copa.

Atar  con un lazo a las mariposas.

Atrapar con mis manos el mar.

 Al arco iris volverlo a pintar.

Ir al paso de una tortuga.

Abrir los cerrojos con una pluma.

Cambiar las torturas por ternuras.

 Sellar con mil losas las amarguras.

Quiero alcanzar las nubes abrasarme en el sol  

Juguetear con la Luna.  Abrazar a Dios.

 Dormir entre unos brazos que aporten  calor.

Cantar una nana a un niño que no nació.

Arrancar las espinas  de una frente.

Acompañar a la  soledad.

Tejer la esperanza en aquel, que la perdió.

Coser las heridas de un corazón.

Amalgamar las ilusiones  en aquellos

Que no creen, en la existencia del amor.

Destrozar con mis manos  las armas del

 Mundo entero. Detener las injusticias

 De los verdugos.

¡Quiero parar este caos insolente!

Sembrando nuevamente la simiente,

Para que germine la Paz en esta Tierra,

¡Donde los cobardes!

¡Someten a los inocentes!


Encarna Recio Blanco.





viernes, 13 de diciembre de 2019

El hambre no se oye…


El hambre no se oye…

Ni suena como la tormenta.

Ni como las bombas estallan.

Ni como una orquesta desafinada.

El hambre  dormita silenciosa

Bajo los puentes arrebujada

En un ser humano que calla.

El hambre no se oye…

¡El hambre! ¡Se siente!

 

Encarna Recio Blancos.



miércoles, 11 de diciembre de 2019

Conversando con las estrellas.-Reflexiones-



 Reflexiones-Conversando con las estrellas.

 Escondida entre las oscuras sombras de la noche,  me propuse una conversación con las estrellas, que brillaban, cual pequeños soles.

 Empecé a repasar mis adentros, que esta noche, estaban un poco alborotados. Quise  sacar del baúl  de mis recuerdos, aquellos que estaban aún frescos, los añejos, los  amores truncados, situaciones difíciles, viajes por tierra y por mar, días de lluvias, de tormentas, de soles y de lunas.  Amores imposibles,  y los que fueron posibles.

 ¿Por dónde empezar me dije?  ¿Por los de mi niñez, por los mi juventud, o por la edad madura en la que me encuentro ahora?

 Y de pronto, llegaron todos los recuerdos juntos, de golpe a mi mente, los recuerdos buenos, los malos los regulares, todos salieron en bandadas, como  pájaros  surcando los cielos. Los fui clasificando uno a uno, los buenos con los mejores, y los no tan buenos con los peores.

 Una estrella me preguntaba, otra respondía por mí, otra, me censuraba y me decía un poco alterada, lo tonta que había sido en múltiples ocasiones de mi vida, porque que había tropezado una y otra vez, con la misma piedra, por poner siempre el corazón, donde tenía que haber puesto algunas veces, la mala leche.

Se armó tal zipizape que me planté y les dije: Si habláis todas a la vez…me voy a dormir.

 Como por arte de magia de pronto se hizo el silencio, un silencio sepulcral que me sobrecogía. Unas campanas…unas campanas a lo lejos, daban unas horas intempestivas, nostálgicas, y fue entonces, cuando las estrellas fugazmente se perdieron por el ancho cielo.

 Ahora la noche gruñía y el vendaval crecía, tras de mis cristales veía, como  el aguacero arreciaba y el aire silbaba una melodía aciaga.

 Mis ojos divisaron en aquel banco frente a la iglesia, un bulto de carne humana, sentado aguaba el aguacero y un escalofrió recorrió mi cuerpo.

 Se paralizaron los recuerdos en mi mente,  las estrellas, el viento, la noche y la animada  conversación, que había tenido con las estrellas.

 Mi mente ya no tenía más cabida sino para  pensar, en aquel ser  que se debatía entre la miseria, la soledad y el desamparo.

  ¿Estaría borracho, pensé, o enfermo? Mil preguntas sin respuestas  asolaban mi alma, mis ojos fijos ardían  de rabia, de impotencia, de dolor mientras miraban aquel espacio, donde un ser humano, se debatía entre la lluvia, la soledad y el abandono.

Pensaba que ha esta misma hora habría muchos hombres  saboreando manjares en hoteles de cinco estrellas, en viajes de recreo, en grandes mansiones y con mil lacayos, sin ninguna preocupación, bien calentitos y sin pensar en el recibo de la luz, mientras esto estaba ocurriendo en aquel banco.

 El mundo giraba impenitente, sin pararse a pensar en estos hombres que tal vez, tuvieron mala suerte en la vida, o que optaron simplemente, por ser libres y quedaron atrapados en el laberinto negro, de la noche sin cobijo.

Cuando bajé con un paraguas y un bocadillo para mitigar el hambre que tal vez tendría  y resguardarle de la lluvia, aquel hombre había desaparecido del banco, siendo presa de la infernal noche, de la misma manera que desaparecieron todas las estrellas del cielo.

 Ahora mi mente solo quiere hablar con Dios, y pedirle por este hombre, y por tantos otros seres humanos tirados en las frías aceras.

 A ellos nada les importa el árbol de navidad, ni el turrón, ni el champan, ni las compras en grandes almacenes, ni si la bolsa sube, o baja, ni ver a mandatarios corruptos que solo vociferan palabras huecas, en atriles llenos de flores de papel.

 Quiero esta  noche soñar con la Paz, con la Solidaridad,  y olvidarme de mis recuerdos, que vuelvo a dejar dormidos en el baúl.

 Otra noche…otra  noche será, cuando no oiga la tormenta, ni vea a un ser humano tirado en las aceras, cuando retorne la conversación que tenemos pendiente las estrellas, mis recuerdos, y yo.

 Espero  amigos que esta conversación con las estrellas os haga pensar.

Un beso.

 

Encarna Recio Blanco.





martes, 3 de diciembre de 2019

Me tropecé contigo...


Me tropecé contigo en primavera,

Una tarde de sol, delgada y fina,

Y fuiste en mi espalda enredadera,

Y en mi cintura, lazo y serpentina.

Me diste la blandura de tu cera,

Y yo te di la sal de mi salina.

Y navegamos juntos, sin bandera,

Por el mar de la rosa y de la espina.

Y después, a morir, a ser dos ríos

Sin adelfas, oscuros y vacíos,

Para la boca torpe de la gente....

Y por detrás, dos lunas, dos espadas,

Dos cinturas, dos bocas enlazadas

Y dos arcos de amor de un mismo puente.

R. de león

 

  Encarna Recio Blanco.



domingo, 24 de noviembre de 2019

En memoria de Francisco Javier Pérez.


Vas galopando jinete a lomos de tu caballo

Y con las bridas le incitas, para  que aligere el paso.

Vas galopando  jinete, con tu juventud a cuesta.

Con las muchas ilusiones que pendientes se te quedan.

No quieres mirar atrás  para ver tristeza y llanto de aquellos

Que hoy te lloraron sin que les dieras,  tu último abrazo.

Era la tarde lluviosa.  El Cielo, ya lloraba entonces

Presagiando  que tu barco se encallaba

 Como el pez, que nunca ve el dedal   que lo atrapa.

 Sin percatarte del peligro te zambulliste entre aquellas  aguas,

Para que otra vez… El Señor  te bautizara.

Para que cuando llegaras  ante el Dios de los Cielos

Te viera muy limpio… El cuerpo y el alma.

Traspasas nubes azules. Mares que  te están mimando.

Campos de un Lugar tranquilo, donde se te quiso tanto.

Temprano levantó la muerte el vuelo  una tarde oscura y helada…

Donde ya los villancicos  por el mundo se asomaban.

Mientras que el recuerdo persista...  Francisco

Nadie muere del todo porque siempre…

¡Te recordaremos!

 

Encarna Recio Blanco.

 



miércoles, 13 de noviembre de 2019

He sido capitana de muchos barcos-Reflexiones-


He sido capitana de muchos barcos piratas, algunas  veces, en mares a la deriva. Líder en  fracasos, intentos, empeños,  buscando siempre el máximo elixir, que podía regalarme  la vida.

He caminado, por tierras pedregosas que  laceraban mis pies, las heridas curaba con bálsamos de aprendiz.

He tropezado con corazones crueles,  que intentaban arrancar de mi cuerpo el mío, aunque lo tenía a gran recaudo pero,  algunas veces, fue alcanzado por sus lacerantes y feroces  cuchillos.

Quisieron hacerme llorar y lo lograron, pero  en otras ocasiones, solo vieron sonrisas en mis labios.

Me hicieron  temblar de miedo y de espanto, al ver a sanguinarios perseguirme, pero en otras ocasiones, aceleraba mis pasos y apretaba mis manos para paliar, posibles movimientos.

Y en esta carrera  impenitente, también conocí a grandes pensadores, a sabios  y a ignorantes, a transeúntes de etiquetas, a espíritus dormidos, a muertos andantes, a farsantes con levitas,  a mujeriegos maquillados,  a corredores de bolsas sin un duro, a farsantes con chalecos negros, y de todos o de casi todos,   aprendí algo.

De los ingenuos, su feliz travesía, de los sabios, la grácil sapiencia de sus años, de los otros, no quise aprender nada, pero siempre,  prestando atención en cada movimiento  en este camino, donde las flores y las espinas, se conjugaban siempre a mi paso.

Ahora, contrasto mis errores con mis logros y veo complacida, que las lecciones  las aprendí,  con mis heridas.

Por todo ello, hoy tengo entre mis manos,  una limpia  y brillante licenciatura.


Encarna Recio Blanco.