Donde
muy pocos
Tienen
el valor de beber.
Los cobardes por miedo
A
que se ahoguen no beben...
Aunque estén muertos de sed.
¡La
libertad es esa fuente!
Encarna Recio Blanco.
Donde
muy pocos
Tienen
el valor de beber.
Los cobardes por miedo
A
que se ahoguen no beben...
Aunque estén muertos de sed.
¡La
libertad es esa fuente!
Encarna Recio Blanco.
Alguien me dijo un día, que los sueños nunca se hacían realidad y que los ángeles habitaban solamente en el cielo.
Que dejara de estar en las nubes, porque ya soy mayorcita para seguir soñando despierta,
de lo cual ,yo también estaba de acuerdo en esa teoría, pero mira por donde,
hoy pienso que los ángeles, no sólo habitan en los Cielos, sino que de vez en cuando, uno se cae rodando, rodando y viene a parar a nuestro lado.
Ángeles que no están hechos para batallar contra este mundo, pero, que luchan con la palabra, con el perdón y sobre, todo con el amor. He tenido la suerte de conocerlo y desde luego es diferente a todo ser humano, de los que antes había conocía.
Este ángel al que me refiero, ha ganado el trofeo de mi vida sin proponérselo tal vez, es mas yo diría, que ha sido obra de un milagro, que se adosó con sus alas a mi cuerpo y me lleva de vez en cuando, a volar por la inmensidad del mar, por las altas montañas de la tierra, por los acantilados, y muy juntos muy juntos, nos imbuimos en el cráter de algún volcán a punto de erupción.
He descubierto a su lado, el valor del amor, de la generosidad, de la amistad, de la bondad y me ha enseñado a mirar todas las cosas con los ojos del alma.
A ver salidas en los negros túneles y a tener las
esperanzas que creía perdidas en un mundo, donde estos valores están tan
escasos.
Eres único irrepetible y si Dios quiere, un día como el de hoy, pero dentro de muchísimos años, una loca poetisa, pueda decirte de nuevo que has sido, eres y serás, lo más importante de mi vida.
¡Querido micrófono!
Encarna Recio Blanco
Trabajo con ellas,
Son las que dejan a mi corazón
En
el barbecho para la siembra.
Dejadme con ellas a cuesta por senderos
Con
flecos de la verde hierba
¡Que
no me pesan!
Que
son las que me ponen las alas
Para
volar por el cielo con ellas.
Las que me hacen que no me aleje
De
un mundo donde las guerras pululan.
Donde
los niños lloran entre balas.
Donde
el hambre cuesta lagrimas.
Donde los poderosos sementales
Sacian sus vicios violando a niñas.
Donde
los seres humanos mueren
Cada
día en el mar a la deriva.
¡Dejadme que trabaje con ellas!
Que
siga buscando el camino de la luz
Para
encontrar donde posarme.
Donde
poder tocar la lira y escribir.
En el desconcierto de una tierra
Que
se va desgranando poco a poco.
Quisiera alejarme de este mundo.
Un mundo donde el tiempo se malgasta
En forjar cadenas.
En
llenar de sucios dineros las alacenas.
Donde
se asesina y se roba a sangre fría.
Donde
la justicia está podrida y retardada.
Donde
los montes mueren ardiendo
Hecho
cenizas.
Pero no puedo, alejarme de la faena,
Mis
fuerzas me atizan para que siga en la brecha,
Y
para denunciar el horror que asola esta tierra.
Legisladores, dirigentes, mandatarios,
Políticos
de tres al cuarto, gobernantes,
Cabezas
pensantes…
Qué hacéis en un mundo donde el hambre,
Las miserias y las injusticias
Acosan
a tantos seres humanos.
¡Solo tenéis hambre de poder!
¿Donde
está vuestra vergüenza?
¿Dónde
vuestro corazón?
¡Dios mío…Dios mío!
¡Porqué nadie me oye! ¡Porqué!
Encarna Recio Blanco
Amar es triste a veces, más triste todavía que no amar.
El amor no siempre es alegría.
Tal
vez, por eso mismo, es eterno el amor:
Porque,
al dejarnos tristes, hace dulce el dolor.
Amar es la tristeza de aprender a morir.
Amar
es renacer. No amar, es no vivir.
El
amor es a veces lo mismo que una herida,
Y
esa herida nos duele para toda la vida.
Si cierras esa herida tu vida queda muerta.
Por
eso, sonriendo, haz que siempre esté abierta;
Y
si un día ella sola se cierra de repente,
Tú,
con tus propias manos, ábrela nuevamente.
Desdichada alegría que nace del dolor.
De
un dolor de la rama también nace la flor.
Pero
de esa flor efímera, como todas, se mustie,
Y
la rama se queda contraída de angustia.
Cada hoja que cae deja el sitio a otra hoja,
Y
así el amor -resumen de toda paradoja-
Renace
en cada muerte con vida duradera;
Porque
decir amor, es decir primavera.
No
quiero que mis fuerzas se extingan
Trabajo con ellas,
Son las que dejan a mi corazón
En
el barbecho para la siembra.
Dejadme con ellas a cuesta por senderos
Con
flecos de la verde hierba
¡Que
no me pesan!
Que
son las que me ponen las alas
Para
volar por el cielo con ellas.
Las que me hacen que no me aleje
De
un mundo donde las guerras pululan.
Donde
los niños lloran entre balas.
Donde
el hambre cuesta lagrimas.
Donde los poderosos sementales
Sacian sus vicios violando a niñas.
Donde
los seres humanos mueren
Cada
día en el mar a la deriva.
¡Dejadme que trabaje con ellas!
Que
siga buscando el camino de la luz
Para
encontrar donde posarme.
Donde
poder tocar la lira y escribir.
En el desconcierto de una tierra
Que
se va desgranando poco a poco.
Quisiera alejarme de este mundo.
Un mundo donde el tiempo se malgasta
En forjar cadenas.
En
llenar de sucios dineros las alacenas.
Donde
se asesina y se roba a sangre fría.
Donde
la justicia está podrida y retardada.
Donde
los montes mueren ardiendo
Hecho
cenizas.
Pero no puedo, alejarme de la faena,
Mis
fuerzas me atizan para que siga en la brecha,
Y
para denunciar el horror que asola esta tierra.
Legisladores, dirigentes, mandatarios,
Políticos
de tres al cuarto, gobernantes,
¡Cabezas
pensantes!
¡Qué hacéis! en un mundo donde el hambre,
Las miserias y las injusticias
Acosan
a tantos seres humanos.
¡Solo tenéis hambre de poder!
¿Donde
está vuestra vergüenza?
¿Dónde
vuestro corazón?
¡Dios mío…Dios mío!
¡Porqué
nadie me oye!
¡Porqué!
Encarna Recio Blanco
Voy
por el camino de la noche sin luna
Que
se ha ocultado viendo mi locura,
Me subo a una estrella, y voy en tu busca.
Quisiera prenderte de mis alas
Para
volar por el ignoto camino de tus dudas,
Y
aunque no puedo con la carga, sigo
Por
el filo de la brisa clandestina.
Y
el eco se pierde tras de las montañas,
Lo
vuelvo a intentar y el barco se encalla,
Cual
fardo perdido quedan en el mar,
Mis
esperanzas.
Por los acantilados, me adentro sin cobijo,
Por
el ramaje, me pierdo desfallecido,
Hasta
que un volcán veo con lava y estruendo
Y
siento la pasión de tu cuerpo, en el mío.
Como
la noche
Se
prende, del amanecer.
Yo
la amé, y era de otro, que también la quería.
Perdónala
Señor, porque la culpa es mía.
Después de haber besado sus cabellos de trigo,
Nada
importa la culpa, pues no importa el castigo.
Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo
Mis
labios están dulces por ese amor amargo.
Ella fue como un agua callada que corría...
Si
es culpa tener sed, toda la culpa es mía.
Perdónala
Señor, tú que le diste a ella
Su
frescura de lluvia y esplendor de estrella.
Su alma era transparente como un vaso vacío.
Yo
lo llené de amor. Todo el pecado es mío.
Pero, ¿cómo no amarla? si tú hiciste que fuera
Turbadora
y fragante como la primavera.
Cómo no haberla amado, si era como el rocío
Sobre
la yerba seca
Traté de rechazarla, Señor, inútilmente,
Como
un surco que intenta rechazar la simiente.
Era de otro. Era de otro, que no la merecía,
Y
por eso, en sus brazos, seguía siendo mía.
Era de otro, Señor. Pero hay cosas sin dueño:
Las
rosas y los ríos, y el amor y el ensueño.
Y ella me dio su amor como se da una rosa,
Como
quien lo da todo, dando tan poca cosa...
Una embriaguez extraña nos venció poco a poco:
Ella
no fue culpable, Señor... ¡ni yo tampoco!
La culpa es toda tuya, porque la hiciste bella
Y
me diste los ojos para mirarla a ella.
Toda la culpa es tuya, pues me hiciste cobarde
Para
matar un sueño porque llegaba tarde.
Sí. Nuestra culpa es tuya, si es una culpa amar
Y
si es culpable un río cuando corre hacia el mar.
Es tan bella, Señor, y es tan suave, y tan clara,
Que
sería un pecado mayor, si no la amara.
Y, por eso, perdóname, Señor, porque es tan bella,
Que
tú qué hiciste el agua, y la flor, y la estrella,
Tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre,
¡Tú
también la amarías, si pudieras ser hombre!
José Ángel Buesa
Encarna Recio Blanco.
Le
suplico a Dios que me diga
Porqué
lloran las estrellas.
Porqué
se ha parado el mundo
Entre
la escarcha y la niebla.
Le suplico que me diga
Porqué
no veo salidas,
Para
quedarme en tus brazos…
Toda la
vida.
Quiero saber y me impongo
Que me
dé una explicación.
Merezco
que ésta condena
La
entienda mi corazón.
A mi Dios quiero decirle
Que me
descifre el mensaje
Y me
dicte la sentencia
Que he de cumplir…
¡Por amarte!
Encarna Recio Blanco