martes, 24 de diciembre de 2019

¡Silencio…silencio…silencio!


¡Silencio…silencio…silencio!

Que calle el mundo un momento.

Que está a punto de nacer un niño...

¡Que  ya está naciendo!

La luz del Cielo baja la nieve  se cuajó

La estrella guía a los Magos oro, incienso

Y mirra, en el zurrón.

Van a adorar a un niño que entre pajas sonríe,

Aún sabiendo que le espera el martirio de una cruz.

En bandadas los Ángeles entre estrellas y luceros

Se afanan para adorar ¡Al Rey de los Cielos!

Alrededor de unos troncos de unos encendidos robles

Los pastores se apiñan con zambombas y tambores.

En los nudosos rediles, las ovejitas se esconden

Detrás del frío portal beben nieve y piensan que comen.

La noche huele a romero.

La luna  derrama pureza por el sendero

Y la tierra en un instante de Paz está floreciendo.

Desde mis ventanas veía mil lucecitas

Y eran las estrellas que estaban loquitas.

Brillaban… brillaban, corrían veloz,

Muy contenta gritaba: ¡Ha nacido Dios!

Hosanna en las alturas el Niño nos llegó,

Que cante el mundo entero un villancico de amor.

Vengo de la Extremadura, de la Extremadura vengo,

Y al niño Jesús le traigo mis poesías en un cesto.

¡Gloria a Dios en las alturas! Paz en la tierra a los hombres.

Dios ha nacido en belén en esta dichosa noche.

Un niño recién nacido que Hombre y Dios…

Tiene por nombre.

¡Silencio…Silencio!

 

Encarna Recio Blanco.





 Encarna Recio Blanco


 



 












domingo, 22 de diciembre de 2019

A las doce de la noche ...


A  las doce de la noche las estrellas más brillaban.

La luna resplandecía. La nieve se detenía.

A las doce de la noche salté de la cama aprisa

Para correr al pesebre donde la Virgen paría.

La llevé leche caliente, el pan que hice aquel día,

Y mi mantita de rayas con la siempre dormía.

Después de tantos dolores…la Virgen me sonreía

Puso a su hijo en mis brazos yo temblando, lo envolvía…

En la mantita de rayas con la que siempre dormía,

En las noches que esperaba el milagro de la vida.

Después llegaron  pastores que en sus zurrones traían

Los regalos para un niño que la Paz nos ofrecía.

Por la llanura llegaban tres Reyes a toda prisa pues la

Estrella  que les guiaba Iba muy aprisa en su travesía.

A las doce de la noche aquel niño se despertó

En un Mundo donde escaseaba la Paz y el Amor.

Lejos del portal humilde la gente cantaba y bailaba

En grandes salones con ricas viandas.

Cerca del portal humilde llegaban descalzos

Aquellos que no tenían ni siquiera abrazos.

A las doce de esta noche…adoro al Niño 

Con todas mis fuerzas

Anunciando que ha nacido el Redentor

De los Cielos y la Tierra.

 

Encarna Recio Blanco.





jueves, 19 de diciembre de 2019

Estamos a las puertas...(Reflexiones)


 Estamos a las puertas de la Navidad, una Navidad que se presenta,  felices para algunos, tristes para otros y amargos para todos aquellos, que no pueden soportar las duras ausencias. Indiferente para  los que no tienen creencias en nada, y a veces, ni en ellos mismos.

 Cuando llegan estas fechas tan entrañables y veo las luces de neón encendidas. Cuando los villancicos  por las  calles y plazas empiezan a sonar. Cuando los grandes almacenes incitan a las compras desmesuradas. Cuando veo a los miles de coches, encaminándose hacia la ventura de pasar las fiestas Navideñas con sus seres queridos.

 Entonces, asoman por mis venas esos sentimientos, difíciles de expresar con palabras y  se apodera  de mí, la añoranza y la tristeza.

  Empiezo a recordar las Navidades de mi niñez, cuando toda la familia  reunida en torno a la mesa, cantábamos aquellos villancicos que mi madre nos había  enseñado de pequeñitas.

 El amor pululaba por cada rincón de nuestra casa, había calor de hogar, un calor que  al recordarlo, aún  siento que me arropa el corazón.

 Sonaban las panderetas, los villancicos, la misa del gallo y aquellas humildes viandas que mi madre, había preparado  con tanto esmero, eran trocitos de gloria.

 Ahora, ya son muy tristes desde que mis padres se fueron para siempre, mis hermanas volaron del nido, y yo,  a tantos kilómetros de mi casa materna y de mi familia, tengo que conformarme, con la soledad por compañera.

 La Navidad tiene tanta fuerza, que puede detener una guerra como pasó el 24 de diciembre del 1914 durante los enfrentamientos de las tropas  alemán e inglesas, en la Primera Guerra Mundial, los soldados sorprendieron a sus rivales, decorando las trincheras con  adornos Navideños.

  Los soldados Británicos,  inmediatamente respondieron cantando “Noche de Paz”. Haciendo así, un alto histórico para compartir regalos y celebrar juntos, la Navidad, no como enemigos,  sino como hermanos.

 La Navidad puede sacar los más nobles sentimientos, del corazón de los hombres. Un tiempo distinto, una necesidad de estar cerca de aquellos, a quienes amamos, y que nos regala momentos y recuerdos, que atesoraremos el resto de nuestras vidas.

 Sin embargo, hay otra cara de la Navidad, la más cruenta, la más dolorosa, cuando vemos a tu alrededor a seres humanos tirados por los suelos, durmiendo en las calles sin mantas, sin pan y sin cobijo, y lo más triste del todo es, que nadie les muestre unas migas de ese amor, que al parecer es, el que se propaga por las calles, envuelto en villancicos.

 El ver a tantos emigrantes que perecen en el mar, los ojos de esos niños asustados que están sufriendo mucho más, de lo que han jugado, imbuidos en esas contiendas tan cruentas, sin cobijo,  sin familia, entre metrallas, entre el frío, la nieve, el hambre, muriendo cada día.

  En sus caritas el  miedo hace estragos, en sus carnes, las heridas están sangrando, y de sus ojitos los ríos de lágrimas, se están desbordando.

 ¡Ángeles tan pequeñitos, si alas, desplomándose y a esas madres, que llevando la vida en su vientre, mueren sin darla en mares a la deriva.

 Al ver tal genocidio, se me desgarra el corazón, no me a cabe en la cabeza, que los  hombres de este suelo, permanezcan indiferentes ante tanto dolor.

  No oigo voces a lo lejos, ni a lo cerca, ni a los pueblos, ni a los que   gobiernan  el Mundo.

 No respiran las Naciones Unida, la ONU, los que  dicen ser, los defensores de los derechos humanos, que deben de actuar, de una forma inmediata, que pare esta barbarie.

 Tanto en los estados que están divididos por conflictos armados internos, o estables, en los no democráticos, y en los que en el ejercicio de la democracia, está firmemente asentado, Unicef…Todos están en silencio, solo se oyen las bombas, allá a lo lejos.

  El otro día me impresionó leer en los medios de comunicación, cómo medio Mundo, sigue en guerra en nuestros días, por la codicia de aquellos que rigen los destinos de los pueblos.

Nada pueden hacer los indefensos, nada, ante las armas, les conducen a perecer entre hambrunas, desprotegidos de todo aquello, a lo que un ser humano, tiene derecho.

 ¿Cómo se puede ver matar a hombres, mujeres y niños, que necesitan más cariño que leche, con el mayor de los desprecios, como si fueran carne de cañón, por la poca conciencia de asesinos y dictadores, que solo quieren el dinero y el poder, sin importarles el hambre y la miseria, de tantos seres humanos?

 ¡Cómo callamos ante tanta barbarie!  Nadie  podrá acallar mi voz, ni atar mis manos para denunciar, con todas mis fuerzas esta barbarie. 

 Seguiré con mi lucha solitaria expandiendo mis palabras,  para  denunciar el horror y el desamor, pidiendo que se eleven las voces y podamos entre todos, parar esta barbarie para siempre,  en toda la faz de esta Tierra, aunque  creo, que en algunos corazones no tendré eco.

 Hagamos que estas Navidades broten de nuestros corazones los sentimientos más nobles, de esta manera, podremos  celebrar la verdadera Navidad, aunque no tengamos en la mesa ni  turrón,  ni ricos majares, ni la presencia de aquellos seres queridos, que ya marcharon para siempre, de nuestro lado.

 ¡Poetas, pensadores, hombres de bien! ¡No perdáis el tiempo! A veces, a los corazones les llega poca sangre.

 No basta una mano para matar, necesitamos las dos para acariciar, para aplaudir y, todas las del Mundo para conseguir la Paz

 ¡Estoy muy triste…Muy triste esta noche! porque veo que...

  ¡La Paz, está  herida de muerte!

 

Encarna Recio Blanco



lunes, 16 de diciembre de 2019

Quiero beberme el ocaso...


Quiero beberme el ocaso en una copa.

Atar  con un lazo a las mariposas.

Atrapar con mis manos el mar.

 Al arco iris volverlo a pintar.

Ir al paso de una tortuga.

Abrir los cerrojos con una pluma.

Cambiar las torturas por ternuras.

 Sellar con mil losas las amarguras.

Quiero alcanzar las nubes abrasarme en el sol  

Juguetear con la Luna.  Abrazar a Dios.

 Dormir entre unos brazos que aporten  calor.

Cantar una nana a un niño que no nació.

Arrancar las espinas  de una frente.

Acompañar a la  soledad.

Tejer la esperanza en aquel, que la perdió.

Coser las heridas de un corazón.

Amalgamar las ilusiones  en aquellos

Que no creen, en la existencia del amor.

Destrozar con mis manos  las armas del

 Mundo entero. Detener las injusticias

 De los verdugos.

¡Quiero parar este caos insolente!

Sembrando nuevamente la simiente,

Para que germine la Paz en esta Tierra,

¡Donde los cobardes!

¡Someten a los inocentes!


Encarna Recio Blanco.





viernes, 13 de diciembre de 2019

El hambre no se oye…


El hambre no se oye…

Ni suena como la tormenta.

Ni como las bombas estallan.

Ni como una orquesta desafinada.

El hambre  dormita silenciosa

Bajo los puentes arrebujada

En un ser humano que calla.

El hambre no se oye…

¡El hambre! ¡Se siente!

 

Encarna Recio Blancos.



miércoles, 11 de diciembre de 2019

Conversando con las estrellas.-Reflexiones-



 Reflexiones-Conversando con las estrellas.

 Escondida entre las oscuras sombras de la noche,  me propuse una conversación con las estrellas, que brillaban, cual pequeños soles.

 Empecé a repasar mis adentros, que esta noche, estaban un poco alborotados. Quise  sacar del baúl  de mis recuerdos, aquellos que estaban aún frescos, los añejos, los  amores truncados, situaciones difíciles, viajes por tierra y por mar, días de lluvias, de tormentas, de soles y de lunas.  Amores imposibles,  y los que fueron posibles.

 ¿Por dónde empezar me dije?  ¿Por los de mi niñez, por los mi juventud, o por la edad madura en la que me encuentro ahora?

 Y de pronto, llegaron todos los recuerdos juntos, de golpe a mi mente, los recuerdos buenos, los malos los regulares, todos salieron en bandadas, como  pájaros  surcando los cielos. Los fui clasificando uno a uno, los buenos con los mejores, y los no tan buenos con los peores.

 Una estrella me preguntaba, otra respondía por mí, otra, me censuraba y me decía un poco alterada, lo tonta que había sido en múltiples ocasiones de mi vida, porque que había tropezado una y otra vez, con la misma piedra, por poner siempre el corazón, donde tenía que haber puesto algunas veces, la mala leche.

Se armó tal zipizape que me planté y les dije: Si habláis todas a la vez…me voy a dormir.

 Como por arte de magia de pronto se hizo el silencio, un silencio sepulcral que me sobrecogía. Unas campanas…unas campanas a lo lejos, daban unas horas intempestivas, nostálgicas, y fue entonces, cuando las estrellas fugazmente se perdieron por el ancho cielo.

 Ahora la noche gruñía y el vendaval crecía, tras de mis cristales veía, como  el aguacero arreciaba y el aire silbaba una melodía aciaga.

 Mis ojos divisaron en aquel banco frente a la iglesia, un bulto de carne humana, sentado aguaba el aguacero y un escalofrió recorrió mi cuerpo.

 Se paralizaron los recuerdos en mi mente,  las estrellas, el viento, la noche y la animada  conversación, que había tenido con las estrellas.

 Mi mente ya no tenía más cabida sino para  pensar, en aquel ser  que se debatía entre la miseria, la soledad y el desamparo.

  ¿Estaría borracho, pensé, o enfermo? Mil preguntas sin respuestas  asolaban mi alma, mis ojos fijos ardían  de rabia, de impotencia, de dolor mientras miraban aquel espacio, donde un ser humano, se debatía entre la lluvia, la soledad y el abandono.

Pensaba que ha esta misma hora habría muchos hombres  saboreando manjares en hoteles de cinco estrellas, en viajes de recreo, en grandes mansiones y con mil lacayos, sin ninguna preocupación, bien calentitos y sin pensar en el recibo de la luz, mientras esto estaba ocurriendo en aquel banco.

 El mundo giraba impenitente, sin pararse a pensar en estos hombres que tal vez, tuvieron mala suerte en la vida, o que optaron simplemente, por ser libres y quedaron atrapados en el laberinto negro, de la noche sin cobijo.

Cuando bajé con un paraguas y un bocadillo para mitigar el hambre que tal vez tendría  y resguardarle de la lluvia, aquel hombre había desaparecido del banco, siendo presa de la infernal noche, de la misma manera que desaparecieron todas las estrellas del cielo.

 Ahora mi mente solo quiere hablar con Dios, y pedirle por este hombre, y por tantos otros seres humanos tirados en las frías aceras.

 A ellos nada les importa el árbol de navidad, ni el turrón, ni el champan, ni las compras en grandes almacenes, ni si la bolsa sube, o baja, ni ver a mandatarios corruptos que solo vociferan palabras huecas, en atriles llenos de flores de papel.

 Quiero esta  noche soñar con la Paz, con la Solidaridad,  y olvidarme de mis recuerdos, que vuelvo a dejar dormidos en el baúl.

 Otra noche…otra  noche será, cuando no oiga la tormenta, ni vea a un ser humano tirado en las aceras, cuando retorne la conversación que tenemos pendiente las estrellas, mis recuerdos, y yo.

 Espero  amigos que esta conversación con las estrellas os haga pensar.

Un beso.

 

Encarna Recio Blanco.





martes, 3 de diciembre de 2019

Me tropecé contigo...


Me tropecé contigo en primavera,

Una tarde de sol, delgada y fina,

Y fuiste en mi espalda enredadera,

Y en mi cintura, lazo y serpentina.

Me diste la blandura de tu cera,

Y yo te di la sal de mi salina.

Y navegamos juntos, sin bandera,

Por el mar de la rosa y de la espina.

Y después, a morir, a ser dos ríos

Sin adelfas, oscuros y vacíos,

Para la boca torpe de la gente....

Y por detrás, dos lunas, dos espadas,

Dos cinturas, dos bocas enlazadas

Y dos arcos de amor de un mismo puente.

R. de león

 

  Encarna Recio Blanco.