He sido capitana de muchos barcos piratas, algunas veces, en mares a la deriva. Líder en fracasos, intentos, empeños, buscando siempre el máximo elixir, que podía regalarme la vida.
He caminado, por tierras
pedregosas que laceraban mis pies, las heridas
curaba con bálsamos de aprendiz.
He tropezado con
corazones crueles, que intentaban
arrancar de mi cuerpo el mío, aunque lo tenía a gran recaudo pero, algunas veces, fue alcanzado por sus lacerantes
y feroces cuchillos.
Quisieron hacerme llorar
y lo lograron, pero en otras ocasiones, solo
vieron sonrisas en mis labios.
Me hicieron temblar de miedo y de espanto, al ver a
sanguinarios perseguirme, pero en otras ocasiones, aceleraba mis pasos y apretaba
mis manos para paliar, posibles movimientos.
Y en esta carrera impenitente, también conocí a grandes
pensadores, a sabios y a ignorantes, a
transeúntes de etiquetas, a espíritus dormidos, a muertos andantes, a farsantes
con levitas, a mujeriegos
maquillados, a corredores de bolsas sin
un duro, a farsantes con chalecos negros, y de todos o de casi todos, aprendí
algo.
De los ingenuos, su
feliz travesía, de los sabios, la grácil sapiencia de sus años, de los otros,
no quise aprender nada, pero siempre, prestando atención en cada movimiento en este camino, donde las flores y las
espinas, se conjugaban siempre a mi paso.
Ahora, contrasto mis
errores con mis logros y veo complacida, que las lecciones las aprendí,
con mis heridas.
Por todo ello, hoy tengo
entre mis manos, una limpia y brillante licenciatura.
Encarna Recio Blanco.