lunes, 20 de abril de 2020

No me habléis de aburrimientos


No me habléis de aburrimientos. No me habléis de aislamientos.

No me digáis que estar en casa os supone un sufrimiento.

No me digáis que estáis hartos de jugar con los pequeños.

Ni de aguantar al marido que  no sabe cómo hacerlo.

No me habléis de mal humor porque no os lo consiento.

Hablarme de caridades. Del dolor de los enfermos.

De aquellos que ya murieron sin el abrazo postrero.

De esos médico que dan su vida casi sin medios.

De enfermeras agotadas, de soldados a pecho descubierto.

De aquel que nos hace el pan, del humilde barredero.

Del que se fue sin decir a su mujer un te quiero.

Y del que triste murió sin dar su último beso.

Abrir los ojos y ver el dolor de estos momentos.

La solidaridad y el aplauso. La oración al Padre Nuestro.

La soledad de esas calles que meditan en silencio.

Ahora la tierra  descansa de tremendos atropellos.

Ahora nos queremos más, con la distancia por medio.

Añoramos el abrazo. El beso que no tenemos

Y el compartir con los nuestros buenos y malos momentos.

Pensar que muchos enfermos quisieran irse a sus casas.

Los médicos a descansar de tan dura batalla.

 ¿Y vosotros os quejáis? ¡Si tenemos que dar gracias a Dios!

Porque estamos sanos y abrigados en nuestras cómodas casas.

Desde mis humildes letras hoy quiero darles las gracias…

A esos hombres y mujeres que luchan y trabajan,

Para proteger a un pueblo… ¡España!

De esta terrible batalla.


 Encarna Recio Blanco.



miércoles, 1 de abril de 2020

Reflexiones-La primavera

La primavera, asomaba distraída por los oteros, abriendo las flores perfumando los huertos, bajo una débil lluvia, que cual lágrimas, del cielo estaban cayendo.

¿Donde están los niños se preguntaba? ¿Dónde estarán sus maestros?

¡Porqué está cerrada la iglesia del pueblo! ¿Es que ya nadie me espera? ¿O es que con mi despiste en llegar, me he confundido de fecha?

 Veía como el mundo estaba en silencio, un silencio sepulcral que aterraba a la primavera, que atónita, miraba sin ver, lo que pasaba.

Donde estaban los besos y los abrazos se preguntaba, alguien le respondió

 que se habían tornado en armas letales.

 Veía como los niños estaban recluidos en sus hogares, preguntando alegres.

Porqué su mamá y su papá ahora estaban todos los días con ellos en casa.

Veía como los hospitales estaban desbordados, pero sin camas. Las enfermeras

 Clamando sin  fuerzas  para ayudar a los que moribundos, a las puertas de los hospitales dejaban.

 El caos, se había adueñado del entorno. Los médicos agotados y sin lo más necesario para protegerse ellos, daban su vida  por aquellos, que agonizaban sin remedio.

Los ancianos, en residencias malditas Iban de la vida a la muerte en segundos,

Sin comprender, donde estaban aquellos que se hicieron la foto, para pedirles el voto.

 Todo en el entorno parecía irreal, duro y doloroso, sin saber a ciencia cierta

si estaba pasando…o era una pesadilla, un mal sueño, lo que el mundo estaba viviendo.

Había mucho ruido en derredor, mucho ruido…Pero la impotencia y la rabia

permanecían calladas en los corazones de aquellos médicos, que intentaban ganar, la dura batalla.

 La primavera seguía por las calles llorando y preguntando al ver, que el Viernes Santo, no se estaba arreglando con claveles el paso del Crucificado.

Nadie la veía pasar, Iba sola…dejando de puerta en puerta manojitos de azahar

rosas, gladiolos y madreselvas.

 Al llegar a un gran estadio pudo ver, a miles de cuerpos apilados en catres,  que estaban agonizando y comprendió con gran tristeza, que allí, los “Derechos Humanos” se estaban vulnerando.

 Entonces escuchó las voces de los que estaban a las puertas esperando.

De los médicos exhaustos. De enfermeros infectados. De hombres que Trabajaban día y noche a pecho descubierto, para ayudar a sus hermanos.

 La primavera entonces comprendía, que los  lobos feroces habían llegado con hambre, y que a dentelladas, hincaron el diente en los inocentes que creyeron, en promesas y falsos juramentos, de unos mandatarios sin corazón con sacos repletos a sus espaldeas.

 ¡Vuelve otra vez primavera! ¡Que  estaremos esperándote!

Asomados en el balcón de la esperanza para que florezca de nuevo esta   España mutilada.

 Como presos, estamos en nuestras casas. Mirando impasibles el triste panorama.

Aplaudiendo a las ocho, tras de las ventanas, a los hombres valientes que hacen, que  nuestra España no muera en la desesperanza.

 En plena Semana Santa no saldrán las procesiones por las calles, solo la veremos en el interior de nuestras almas y a  Jesús de Nazareno que nos dice:

¡Coge mi Cruz y anda!

  

Encarna Recio Blanco