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domingo, 24 de noviembre de 2019

En memoria de Francisco Javier Pérez.


Vas galopando jinete a lomos de tu caballo

Y con las bridas le incitas, para  que aligere el paso.

Vas galopando  jinete, con tu juventud a cuesta.

Con las muchas ilusiones que pendientes se te quedan.

No quieres mirar atrás  para ver tristeza y llanto de aquellos

Que hoy te lloraron sin que les dieras,  tu último abrazo.

Era la tarde lluviosa.  El Cielo, ya lloraba entonces

Presagiando  que tu barco se encallaba

 Como el pez, que nunca ve el dedal   que lo atrapa.

 Sin percatarte del peligro te zambulliste entre aquellas  aguas,

Para que otra vez… El Señor  te bautizara.

Para que cuando llegaras  ante el Dios de los Cielos

Te viera muy limpio… El cuerpo y el alma.

Traspasas nubes azules. Mares que  te están mimando.

Campos de un Lugar tranquilo, donde se te quiso tanto.

Temprano levantó la muerte el vuelo  una tarde oscura y helada…

Donde ya los villancicos  por el mundo se asomaban.

Mientras que el recuerdo persista...  Francisco

Nadie muere del todo porque siempre…

¡Te recordaremos!

 

Encarna Recio Blanco.

 



miércoles, 25 de marzo de 2015

Padre Nuestro que estás en los Cielos.


¡Padre Nuestro que estás en los Cielos!

¡Cómo te digo esta noche el dolor que siento!

 ¡Padre Nuestro! Que estás en la tierra

En el llanto, en el huerto, en el mar, en el puerto,

Entre el hielo y el viento.

 ¡Padre Nuestro! Que estás en el Cielo  y en la Tierra

Donde tienes tu gloria y tu infierno.

Entre montañas heladas han quedado sus cuerpos.

 ¡Padre Nuestro! que estás en la espina

En el beso, en la espiga, en el pecho, entre el hielo…

 Padre que habitas en cualquier sitio

Dios que penetras en cualquier hueco.

 Tú que quitas la angustia y el miedo…

Aunque  no entendamos a veces tus misterios.

 Entre montañas heladas han quedado sus cuerpos

Sin el abrazo amoroso, sin el último beso.

 Santificado sea Tu nombre en todos los confines del universo.

Nuestras alas se rompen a veces aunque sean de acero.

 Venga a nosotros Tú Reino después de dolores tan inmensos.

Cuando la sangre riega las montañas con el horror y el miedo.

 ¡Padre Nuestro! Si es Tu voluntad la acataremos

Pero calma el dolor de esos padres y de tantas familias

Que hoy están sufriendo ¡Padre Nuestro!


Encarna Recio Blanco.





viernes, 14 de diciembre de 2007

Ya no soy la niña Recia


Ya no soy la niña Recia que tenía un mar de llanto

Que caminaba descalza entre afilados barrancos.

Ya no soy la niña Blanca que miedo tenía por todo.

 Cuando la tormenta asomaba  me tapaba bien los ojos.

 Ya no soy aquella loca que desnuda se mostraba

En esta jauría de fieras que tanto miedo me daban.

Ni el qué dirá...Ni si dicen me lo cargaba a la espalda

Adosándome las fuerzas que a los otros les faltaban.

Caminé con paso firme aunque los otros pensaran

Que mi vida, y que mis actos, estaban descarriadas.

Sola me enfrentaba al mundo con mi maleta pesada.

Con mi bagaje de amor aunque a nadie le interesara.

Gritaba y nadie me oía, lloraba y sola limpiaba

Las lágrimas de mis ojos, cuando nadie me espiaba.

Fuerte me hizo éste Mundo para ganar las batallas

Que  salían a mi encuentro como Dios me lo mandaba.

En mil bancos escribí lo que nadie leería.

Me hice poeta a la sombra con gran mi osadía.

Ya no soy la niña Recia que amargos sorbos bebía

De fuentes contaminadas que emborrachaban mis días.

Ni de aquella niña Blanca que en su apellido llevaba

La castidad no perdida, ni tampoco regalada.

La que daba amor a cambio de unas bonitas palabras,

Porque estaban rebosando  mi corazón y mi alma.

Me sigo desnudando y nadie me reconoce.

Cuando llevo el antifaz me saludan con honores.

Ya no soy aquella niña. Ahora soy una mujer

Con el cuerpo tatuado y arañazos en mi piel.

Pero en el fondo del alma y del corazón también…

¡Qué pena, Señor!  ¡Qué pena!

¿Nadie me pueda entender?


 Encarna Recio Blanco