Reflexiones-Conversando con las estrellas.
Escondida entre las oscuras sombras de la noche, me propuse una
conversación con las estrellas, que brillaban, cual pequeños soles.
Empecé a repasar mis adentros, que esta noche, estaban un poco alborotados.
Quise sacar del baúl de mis recuerdos, aquellos que
estaban aún frescos, los añejos, los amores truncados, situaciones
difíciles, viajes por tierra y por mar, días de lluvias, de tormentas, de soles
y de lunas. Amores imposibles, y los que fueron posibles.
¿Por dónde empezar me dije? ¿Por los de mi niñez, por los mi
juventud, o por la edad madura en la que me encuentro ahora?
Y de pronto, llegaron todos los recuerdos juntos, de golpe a mi mente, los
recuerdos buenos, los malos los regulares, todos salieron en bandadas,
como pájaros surcando los cielos. Los fui clasificando
uno a uno, los buenos con los mejores, y los no tan buenos con los peores.
Una estrella me preguntaba, otra respondía por mí, otra, me censuraba y me
decía un poco alterada, lo tonta que había sido en múltiples ocasiones de mi
vida, porque que había tropezado una y otra vez, con la misma piedra, por poner
siempre el corazón, donde tenía que haber puesto algunas veces, la mala leche.
Se armó tal zipizape que me planté y les dije: Si habláis todas a la vez…me
voy a dormir.
Como por arte de magia de pronto se hizo el silencio, un silencio sepulcral
que me sobrecogía. Unas campanas…unas campanas a lo lejos, daban unas horas
intempestivas, nostálgicas, y fue entonces, cuando las estrellas fugazmente se
perdieron por el ancho cielo.
Ahora la noche gruñía y el vendaval crecía, tras de mis cristales veía,
como el aguacero arreciaba y el aire silbaba una melodía aciaga.
Mis ojos divisaron en aquel banco frente a la iglesia, un bulto de carne
humana, sentado aguaba el aguacero y un escalofrió recorrió mi cuerpo.
Se paralizaron los recuerdos en mi mente, las estrellas, el
viento, la noche y la animada conversación, que había tenido con las
estrellas.
Mi mente ya no tenía más cabida sino para pensar, en aquel
ser que se debatía entre la miseria, la soledad y el desamparo.
¿Estaría borracho, pensé, o enfermo? Mil preguntas sin
respuestas asolaban mi alma, mis ojos fijos ardían de
rabia, de impotencia, de dolor mientras miraban aquel espacio, donde un ser
humano, se debatía entre la lluvia, la soledad y el abandono.
Pensaba que ha esta misma hora habría
muchos hombres saboreando manjares en hoteles de cinco estrellas, en
viajes de recreo, en grandes mansiones y con mil lacayos, sin ninguna
preocupación, bien calentitos y sin pensar en el recibo de la luz, mientras
esto estaba ocurriendo en aquel banco.
El mundo giraba impenitente, sin
pararse a pensar en estos hombres que tal vez, tuvieron mala suerte en la vida,
o que optaron simplemente, por ser libres y quedaron atrapados en el laberinto
negro, de la noche sin cobijo.
Cuando bajé con un paraguas y un bocadillo para mitigar el hambre que tal
vez tendría y resguardarle de la lluvia, aquel hombre había
desaparecido del banco, siendo presa de la infernal noche, de la misma manera
que desaparecieron todas las estrellas del cielo.
Ahora mi mente solo quiere hablar con Dios, y pedirle por este hombre, y
por tantos otros seres humanos tirados en las frías aceras.
A ellos nada les importa el árbol de navidad, ni el turrón, ni el champan,
ni las compras en grandes almacenes, ni si la bolsa sube, o baja, ni ver a
mandatarios corruptos que solo vociferan palabras huecas, en atriles llenos de
flores de papel.
Quiero esta noche soñar con la Paz, con la
Solidaridad, y olvidarme de mis recuerdos, que vuelvo a dejar
dormidos en el baúl.
Otra noche…otra noche será, cuando no oiga la tormenta, ni vea a
un ser humano tirado en las aceras, cuando retorne la conversación que tenemos
pendiente las estrellas, mis recuerdos, y yo.
Espero amigos que esta conversación con las estrellas os haga
pensar.
Un beso.
Encarna Recio Blanco.
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