El trece de Mayo se
abrieron los Cielos
Para que la Virgen bajara cual Reina
De Cielos y tierra, hasta
nuestro suelo.
Entonces, en toda la tierra se hizo el silencio.
Un silencio mágico de
luz y misterio
Para que los ojos del
mundo la vieran
En carne y hueso.
A su alrededor brillaban todos los luceros
Las brisas cantaban
un cantico tierno
El sol relucía con brillos
traviesos
Y las flores del
mundo al verla, todas se abrieron.
Floreció la campiña, se granó el barbecho.
En el mar las olas
antes con lamentos
Entonaban ahora una suave melodía
Para el sublime
encuentro.
Las guerras y las contiendas se detuvieron.
Los fusiles y las
bombas enmudecieron.
El caos, la muerte,
el frio, y el miedo
De la faz de la
tierra de pronto, desaparecieron.
El trece de Mayo la Virgen bajaba
Con su manto de
esmeraldas lleno
Hasta mi buhardilla donde
yo escribía
Mis humildes versos.
Dejé mi tarea de inmediato, y me arrodillé
Frente a Ella en el
suelo
Para pedirle humildemente perdón
Por mí… y por el Mundo
entero.
Encarna Recio Blanco.
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