Es para
mí muy difícil decir: ¡Feliz Navidad!
¡No lo puedo pronunciar! Y mira que mis deseos
para todos, rebosan amor y Paz. Es tan duro el entorno, tan negro y con tantas
espinas, que me parece imposible adornarlo, con neones de mentiras. Es muy
fácil que pongamos el árbol de Navidad en casas que están heladas, sin amor ni
caridad.
Con los
padres cada uno por su lado, con los hijos asustados en mesas doradas sin besos
y sin abrazos. Muchos seres humanos se han quedado sin sus casas,
sin
trabajo, sin cobijo, sin esperanzas, en el banco de la plaza preparan su Noche
Santa.
Miles de
manos paradas buscando un trabajo, manos
tendidas pidiendo justicia, muchos mayores que solos, pasarán la noche, tal vez,
bajo un puente o en residencias malditas.
Muchos
hijos al refugio de sus ancianos padres que cobrando una miseria, hacen que sus
hijos coman, en las Navidades.
Niños que
son pistoleros matando a sangre fría, a ángeles de la tierra, que en escuelas
se escondían. Hombres y mujeres que se estrellan contra las aceras frías,
cuando ya no ven salidas, cuando ya no pueden más vivir tanta tropelía.
Droga,
humo, huellas, estafas, bancos sin fondos, hombres con coronas de perlas en la
frente y las cabezas vacías. Parlanchines en los hemiciclos cual payasos acuerdan
recortes, mientras que sus bolsas las tienen repletas, o en paraísos fiscales,
sin tener que rendir cuentas.
A los que
rigen el Mundo un mensaje les doy (aunque nunca llegue a ellos), Se lo mando
con la brisa, y les pido ¡Por Dios! Que paren tanta ignominia y se haga
justicia.
Sería muy
larga la lista y no os la quiero recordar, para deciros amigos que este año yo
no probaré el champán.
No quiero
con ello que sigáis mi ejemplo, cada uno es muy libre de seguir sus
mandamientos.
¿Que yo
pronuncie Feliz Navidad?
Encarna
Recio Blanco