Una
tarde de sol, delgada y fina,
Y
fuiste en mi espalda enredadera,
Y
en mi cintura, lazo y serpentina.
Me diste la blandura de tu cera,
Y
yo te di la sal de mi salina.
Y
navegamos juntos, sin bandera,
Por
el mar de la rosa y de la espina.
Y después, a morir, a ser dos ríos
Sin
adelfas, oscuros y vacíos,
Para
la boca torpe de la gente....
Y por detrás, dos lunas, dos espadas,
Dos
cinturas, dos bocas enlazadas
Y
dos arcos de amor de un mismo puente.
R. de león
Encarna Recio Blanco.