lunes, 20 de octubre de 2014

En el silencio de mi...



En el silencio de mi implacable soledad...

Cada noche me disperso sin saber a ciencia cierta,

Si vivo, o si muero.

La calle huele a estopa y paja consumida.

A mujeres  preñadas y maltratadas.

A delincuentes de alto rango que portan

Tarjetas muy negras en sus sucias manos.

 Huele  hipoclorito y el agua nos amarga.

A  hombres con la peste y con trajes de marca.

¡Qué pena  Dios mío!

No tener un buen desinfectante para eliminarlos

 ¡Para siempre de la faz de la tierra!

El virus de los sinvergüenzas, corruptos y dañinos

Nos atacan

Sin que ellos no tengan un atisbo de compasión

 En sus acciones y palabras.

Agrediendo a enfermos que postrados, se debaten

Entre la muerte y la vida, para salir de tan negra batalla.

Huele a corrupción, a saqueo, a bandidos que atracan

A los más humildes, desoyendo sus  voces

 Que claman, para que se haga justicia

De una vez por todas,  metan entre rejas

A los que roban, a mano armada.

Huele por la calle a seres amordazados

En la cárceles de la desconfianza.

A togas mohosas y compradas.

A niños y ancianos sin derechos sociales

Y sin esperanzas.

Y aunque no quiero contagiarme…

No quiero ni puedo, taparme la boca.

Sigo en la contienda…para ver si de una vez por todas,

Se acaben las injusticias... que nos asolan.

  

Encarna Recio Blanco.





sábado, 18 de octubre de 2014

Estoy triste...Madre.



Estoy triste...

Muy triste esta noche, recordando a mi madre.

Mis lágrimas se desploman y no tienen consuelo de nadie.

Pido cuentas a Dios esta noche en un Padre Nuestro quejoso y sin aire,

En las horas dormidas de este amanecer que me tiene cual presa en la cárcel.

Ya no tengo su aroma ¡Dios mío! Ni su voz que me dice que calle,

Ni sus besos tan dulces de azúcar, ni su mirada suave que me calme.

No despiertan susurros maternos solo la ventisca de un otoño infiel

Que aquella madrugada segó su vida para arrasarme.

Solo el dolor me acompaña y la fría brisa de este amanecer

Me cala los huesos, me hiela la sangre y entumecida, no puedo levantarme.

Ni una estrella se asoma en los cielos. Ni un cencerro berrea en la calle.

Ni su tibio regazo acunándome con el brillo de sus ojos al besarme.

Estoy triste…muy triste esta noche y nadie viene a consolarme.

Ni el pobre mendigo que veo asentado en el banco cada noche,

Tras de  mis cristales.

Ni las campanas esta noche quieren dar las horas, permanecen  mudas

 Para que mis musas, no se asusten y me dejen… más sola.

El misterio de la muerte se asoma sin que nadie pueda descifrarle.

Sólo la desolación me acompaña en esta noche interminable.

 ¡Ni el saber que está en los Cielo  me calma! ¡Dios mío!

Ni que vino a por ella…La Santa Madre. Ni que allí ya no tenga dolores.

Ni que esté con mi padre.

¡Estoy triste…muy triste esta noche! ¡Madre!

Encarna Recio Blanco.


  


domingo, 12 de octubre de 2014

Amortiguo la espera...




Amortiguo la espera como puedo.

Mi cabeza pensante da la vuelta.

Entre  zarzas con espinas

Y en este mar, que hoy se revela.

 La razón se vuelve yerma.

Mi locura se acelera

Entre cuerpos desnudos al viento

Y entre machos con falsas braguetas.

Solo impera el silencio en esta isla

Cuajada de fieras sin conciencia.

Unas palabras musito y el viento

Se ríe, y no me contesta.

Hoy no sé lo que me pasa…

Hoy creo que ya estoy muerta

En esta isla perdida con Dios…

 Y sin mi conciencia.

 

Encarna Recio Blanco.




sábado, 11 de octubre de 2014

Tus manos…para Virginia Valle Sale.


Tus manos dibujaron en mi boca las sonrisas

Y el rictus de dolor entre las sombras huía.

 Blancas como dos palomas tus manos se afanaban

En la sutil tarea de regalarme luz donde oscuridad tenía.

Abeja laboriosa, ruiseñor al acecho

Con tu voz me calmaste mis temores y miedos.

 

El destino es travieso juguetea con nosotros

Sin fronteras nos abre ventanas y puertas.

¡Cómo darte las gracias Virginia!

Si me faltan las  letras para poder hilvanar

La gratitud que me llena.

Pues te diré que sigas abriéndote el corazón

Y que tus manos no cesen de calmar siempre…

¡El dolor!


 Encarna Recio Blanco.






miércoles, 8 de octubre de 2014

Un credo impío...



Un credo impío.

Un diputado se queja

Dos curas sin el rosario,

Y una monja, con su cruz a cuesta.

 Unas velas encendidas

Que a nadie alumbran.

Un vagabundo cantando

Sin un mendrugo.

 Un país que se disgrega.

Una tierra que se seca.

Unos mares con fronteras

Y unas guerras, que no cesan.

Unos robando a manos llenas

Sin antifaces ni metralletas

En hemiciclos que parecen

El circo de las pendencias.

 Por mar y por tierra  cuerpos

Que se escapan en  pateras

Huyendo de la esclavitud,

Del hambre y de la miseria.

 Todo el mundo calla y otorga.

Ya no escriben los poetas…

Sólo el poder y el dinero

Son los dueños de esta fiesta.

 ¡Qué pena Señor! ¡Que pena!

           

Encarna Recio Blanco.