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viernes, 17 de enero de 2020

En el edén de nuestro lecho...


 En el edén de nuestro lecho

Estás rendido.

En tu sudor me envuelvo

Con tu calor me vivo.

Se balancean nuestros cuerpos

En el trajín de huesos

 Y de besos.

Por la serpentina noche nos

 Perdemos…

Cuando el alba aparece…

Y nos arrulla de nuevo.

 

Encarna Recio Blanco.



martes, 3 de diciembre de 2019

Me tropecé contigo...


Me tropecé contigo en primavera,

Una tarde de sol, delgada y fina,

Y fuiste en mi espalda enredadera,

Y en mi cintura, lazo y serpentina.

Me diste la blandura de tu cera,

Y yo te di la sal de mi salina.

Y navegamos juntos, sin bandera,

Por el mar de la rosa y de la espina.

Y después, a morir, a ser dos ríos

Sin adelfas, oscuros y vacíos,

Para la boca torpe de la gente....

Y por detrás, dos lunas, dos espadas,

Dos cinturas, dos bocas enlazadas

Y dos arcos de amor de un mismo puente.

R. de león

 

  Encarna Recio Blanco.



sábado, 10 de noviembre de 2018

Ahora que te fuiste...

Ahora que te fuiste te diré que te quiero.

Ahora que no me oyes, ya no debo callar.
Tú seguirás tu vida y olvidarás primero
Y yo aquí, recordándote a la orilla del mar...

Hay un amor tranquilo que dura hasta la muerte,

Y un amor tempestuoso que no puede durar.
Acaso aquella noche no quise retenerte
Y ahora estoy recordándote a la orilla del mar…

Tú que nunca supiste lo que yo te quería

Quizás entre otros brazos lograrás olvidar.
Tal vez mires a otra, igual que a mí aquel día…
Y yo aquí recordándote a la orilla del mar.

Buesa

 

 Encarna Recio Blanco

.


miércoles, 24 de octubre de 2018

Escribo sin modelo...

 

Escribo sin modelo a lo que salga.

Escribo de memoria de repente.

Escribo sobre mí, sobre la gente,

 Como un trágico juego sin cartas solitario.

 Barajo los colores, los amores,

Las urbanas personas, las violentas palabras.

 Escribo sobre la guerra, sobre la paz,

Sobre el amor, sobre una caricia helada

O una caricia hirviendo.

  Y escribo, escribo y escribo…

Y en vez de echarme al odio o a la calle.

¡Escribo a lo que salga!

G. Fuertes

Encarna Recio Blanco.




domingo, 3 de junio de 2018

Me lo contaron ayer...


Me lo contaron ayer las lenguas de doble filo,

Que te casaste hace un mes y me quedé tan tranquilo.

Otro cualquiera en mi caso, se hubiera echado a llorar,

Yo, cruzándome de brazos dije que me daba igual.

Y ná de pegarme un tiro ni liarme a maldiciones

Ni apedrear con suspiros los vidrios de tus barcones.

¿Qué te casado? ¡Buena suerte! Vive cien años contenta

Y a la hora de la muerte, Dios no te lo tenga en cuenta.

 Que si al pie de los altares mi nombre se te borró,

Por la gloria de mi madre que no te guardo rencor.

Porque sin sé tu marido, ni tu novio, ni tu amante,

Yo fui quien más te ha querido, con eso tengo bastante.

¿Qué tiene el niño, Malena? Anda como trastornado,

Tiene la carilla de pena y el colorcillo quebrado.

Y ya no juega a la tropa, ni tira piedras al río,

Ni se destroza la ropa subiéndose a coger nidos.

 ¿No te parece a ti extraño, no ves una cosa rara?

¿Que un chaval de doce años lleve tan triste la cara?

 Mira que soy perro viejo y estás demasiado tranquila.

¿Quieres que te dé un consejo? ¡Vigilia, mujer, ¡vigila!

Y fueron dos centinelas los ojitos de mi mare.

Cuando sale de la escuela se va pa los olivare.

Y ¿qué busca allí? Una niña, tendrá el mismo tiempo que él.

José Migué, no le riñas, que está empezando a querer.

 Mi padre encendió un pitillo, se enteró bien de tu nombre,

Te regaló unos zarcillos y a mí un pantalón de hombre.

Yo no te dije «te adoro» pero amarré en tu balcón

Mi lazo de seda y oro de primera comunión.

Y tú, fina y orgullosa, me ofreciste en recompensa

Dos cintas color de rosa que engalanaban tus trenzas.

Voy a misa con mis primos. Bueno, te veré en la ermita.

Y qué serios nos pusimos al darte el agua bendita.

 Más luego en el campanario, cuando rompimos a hablar:

Dice mi tita Rosario que la cigüeña es sagrá,

Y el colorín, y la fuente, y las flores, y el rocío,

Y aquel torito valiente que está bebiendo en el río;

Y el bronce de esta campana, y el romero de los montes,

Y aquella línea lejana que la llama... ¡horizonte!

¡Todo es sagrado: tierra y cielo porque así lo quiso Dió!

¿Qué te gusta más? Tu pelo. ¡Qué bonito me salió!

Pues, ¿y tu boca, y tus brazos, y tus manos redonditas,

Y tus pies fingiendo el paso de las palomas zuritas?

Con la pureza de un copo de nieve te comparé;

Te revestí de piropos de la cabeza a los pié.

A la vuelta te hice un ramo de pitiminí, precioso

Y  luego nos retratamos en las agüitas de un pozo.

Y hablando de estas pamplinas que se inventan las criaturas,

Llegamos hasta tu esquina cogidos por la cintura.

Yo te pregunté: ¿En qué piensas? Tú dijiste:

En darte un beso. Y yo sentí una vergüenza

Que me caló hasta los huesos.

De noche, muertos de luna, nos vimos por la ventana.

¡Chssss! Mi hermanito está en la cuna,

Le están  cantando la nana.

«Quítate de la esquina, chiquillo loco,

Que mi madre no quiere ni yo tampoco».

Y mientras que tú cantabas yo, inocente me pensé

Que nos casaba la luna como a marido y mujer.

¡Pamplinas! ¡Figuraciones que se inventan los chavales!

Después la vida se impone: tanto tienes, tanto vales;

Por eso, yo al enterarme que llevas un mes casada,

No dije que iba a matarme, sino que me daba igual.

Más como es rico tu dueño, te vendo esta profecía:

Tú, por la noche, entre sueños soñarás que me querías,

Y recordarás la tarde que mi boca te besó

Y te llamarás « ¡cobarde!» como te lo llamo yo.

Y verás, sueña que sueña, que me morí siendo chico

Y se llevó la cigüeña mi corazón en su pico.

Pensarás: «No es cierto ná, yo sé que lo estoy soñando»;

Pero allá en la madruga te despertarás llorando,

Por el que no es tu marido, ni tu novio, ni tu amante,

Si no el que más te ha querido. Con eso tengo bastante.

 Por lo demás, tó se olvida, verás cómo Dios te manda

Un hijo como una estrella; avísame de seguía,

Me servirá de alegría cantarle la nana aquella:

«Quítate de la esquina, chiquillo loco, que mi mare

No quiere ni yo tampoco». Pensarás:

 «No es cierto ná, yo sé que lo estoy soñando».

Pero allá en la madrugada te despertarás llorando.

 Porque sin sé tu marido, ni tu novio, ni tu amante,

Yo soy... quien más te 'ha querido...

 ¡Con eso tienes bastante! R. León


Encarna Recio Blanco.



sábado, 26 de mayo de 2018

Siempre pegada a tu muro...


Siempre pegada a tu muro y al filo de tus almenas;

Siempre rondando el castillo de tu amor; siempre sedienta

De una sed mala y amarga de desengaño y arena.

 ¿Por qué te querré tanto? ¿Por qué viniste a mi senda?

¿Quién hizo brillar tus ojos en la noche de mi pena?

 Qué lluvia de mal cariño quiso convertirme en yedra,

Que va creciendo y creciendo pegada a tu primavera.

 ¡Ay, que montaña de amor tengo sobre mi cabeza!

¡Ay, que río de suspiros pasa y pasa por mi lengua!

Yo estaba en mis campos hondos, allí en Castilla la Vieja

Durmiéndome entre molinos y coplas rubias de siega,

Y era mi vida una noria monótona y polvorienta.

Mis hijos venían del campo, con sus camisas abiertas,

Y en el pulso de sus hombros reclinaba mi cabeza.

Así, un día y otro día, allí en Castilla la Vieja...

Una tarde (por los nardos subía la primavera)

Una tarde, vi tu sombra que venía por la senda

Dentro de un traje de pana, tres vueltas de faja negra

Y una voz dura y redonda lo mismo que una pulsera.

 -Buenas tardes, ¿hay trabajo? -Sí-  te dije toda llena

De un escalofrío lento que me sacudió las venas

Y me quitó de encima diez años de vida muerta,

Bordando en mí enagua oscura una rosa dulce y tierna.

-Está bien-  fueron tus gracias, y doblando la chaqueta

Te sentaste a mi lado en el borde de la senda.

Vive este amor de silencio y entre silencio se quema,

En una angustia de horas y en un sigilo de puertas.

El pueblo ya lo murmura en una copla que rueda

Todo el día por el campo y de noche en la taberna.

Dicen que si soy viuda y sacan el muerto a cuestas;

Dicen, que si por mis hijos me debía dar vergüenza...

Dicen, tantas cosas, tantas, que las paredes se llenan

De vidrios y maldiciones y hasta a veces de blasfemias.

 Mi hijo el mayor (veinte años, dulce y moreno), con pena,

Me habló esta mañana: -Madre, ese traje no te sienta,

Ni esas flores, ni ese pelo, ni ese pañuelo de hierbas...

Yo no me atreví a mirarlo, y me sentí muy pequeña,

Como si fuese mi madre la que hablándome estuviera.

-Por nosotros, tú no debes vestirte de esa manera...

 ¡Ay, por vosotros! Os di todo el trigo de mi era;

Todavía de vosotros mi cintura tiene huellas.

¡Sangre mía que anda y vive y a mí me va haciendo vieja!

 ¿Pero es que yo ya no tengo derecho a querer?

 ¿Qué ciega ley  me prohíbe? ¿Que al sol deje mis rosas abiertas?

 ¿Y qué me mire al espejo, y que me vista de fiesta?

¿Y que en mi jardín antiguo florezca la primavera?

 ¡Quiero y quiero y quiero y quiero! Están en flor mis macetas;

Diez ruiseñores heridos cantan amor en mis venas,

 Y me duele la garganta, y está mi voz hecha piedra

De tanto decir: ¡Te quiero como a ninguno quisiera!"

 ¡Ay, qué montaña de amor tengo sobre la cabeza!

¡Ay, qué río de suspiros pasa y pasa por mi lengua!

 ¡Canten, hablen, cuenten, digan, pueblo, niños, hombres, viejas!

¡Que yo de tanto quererle… no sé si estoy viva o muerta!

R. León

 Encarna Recio Blanco.





miércoles, 21 de marzo de 2018

¡Poesía! ¡Quiero felicitarte amada mía!



¡Poesía!

 ¡Quiero felicitarte amada mía!

Te llevo  tan dentro que eres parte de mi vida

Si no te tengo a mi lado no sé lo que haría.

 Cual droga te busco para que me calmes

Para que me alegres, para que me ames.

Eres esa dulce melodía que me emborracha

Cuando el amor a mi puerta llama.

 ¡Te necesito!

Cuando el dolor siento, el desamor presiento

Cuando la risa me llena y  cuando la tristeza acecha.

 Eres compañera de mis fechorías

Cuando mi pluma a veces, se dispara con osadía.

Tratas de enmendarme pero soy tozuda

En el pensamiento y en la altanería.

 Eres un oasis por donde me pierdo

Cuando ya no puedo más con mi enorme cargamento.

Eres  mi paz  mi sosiego, alimento de mi alma

Compañera de fatiga en las batallas.

 ¿Qué te diría poesía en este día?

Si mi amor está muy lejos, y en otra compañía.

Que vivo y que muero, que grito y que lloro

Y que los cielos hoy, tienen mil cerrojos.

 Siempre te cuento mis cuitas y todo lo que acontece

En este mundo de locos, donde mi pluma perece.

Siempre demandando paz, sembrando esperanzas

Para aquellos que estén tristes

Florezca luz en sus almas.

 No sé si mi métrica será la adecuada.

No sé si los ritmos están  engarzados.

No sé si la estrofa está desmedida

Sólo sé, que es el corazón y el alma, quien me  lo dictan.

 Eres ésa dulce  pócima que me emborracha

Con el néctar de tu aroma mi corazón descansa.

Eres indescriptible, etérea bella por dentro y por fuera

¡Quien tuviera la llave para abrir tu puerta!

 "Decía León Felipe:”

Deshaced este verso, quitarles los caireles de la rima

El metro, la cadencia y hasta la idea misma.

¿Qué importa que la estrella esté rémora?

Y deshecha la rosa.

Aún tendremos el brillo y el aroma.

Aventad las palabras y si después queda algo todavía

Eso será…La poesía.

¡Felicidades…Amada mía!


Encarna Recio Blanco.




lunes, 19 de marzo de 2018

Puedo escribir los versos...


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,

Y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como éstas, la tuve entre mis brazos.

La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.

Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.

La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.

Mi corazón la busca, y ella, no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos

Árboles.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.

Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro será de otro, como antes de mis besos.

Su voz, su cuerpo claro, sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

¡Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido!

Porque en noches como ésta, la tuve entre mis

Brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,

Y éstos sean los últimos versos, que yo le escribo.

Neruda

 Encarna Recio Blanco.




domingo, 14 de enero de 2018

Yo la amé, y era de otro...


Yo la amé, y era de otro, que también la quería.

Perdónala Señor, porque la culpa es mía.

Después de haber besado sus cabellos de trigo,

Nada importa la culpa, pues no importa el castigo.

Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo

Mis labios están dulces por ese amor amargo.

 Ella fue como un agua callada que corría...

Si es culpa tener sed, toda la culpa es mía.

Perdónala Señor, tú que le diste a ella

Su frescura de lluvia y esplendor de estrella.

 Su alma era transparente como un vaso vacío.

Yo lo llené de amor. Todo el pecado es mío.

Pero, ¿cómo no amarla? si tú hiciste que fuera

Turbadora y fragante como la primavera.

Cómo no haberla amado, si era como el rocío

Sobre la yerba seca

Traté de rechazarla, Señor, inútilmente,

Como un surco que intenta rechazar la simiente.

Era de otro. Era de otro, que no la merecía,

Y por eso, en sus brazos, seguía siendo mía.

Era de otro, Señor. Pero hay cosas sin dueño:

Las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño.

Y ella me dio su amor como se da una rosa,

Como quien lo da todo, dando tan poca cosa...

Una embriaguez extraña nos venció poco a poco:

Ella no fue culpable, Señor... ¡ni yo tampoco!

La culpa es toda tuya, porque la hiciste bella

Y me diste los ojos para mirarla a ella.

Toda la culpa es tuya, pues me hiciste cobarde

Para matar un sueño porque llegaba tarde.

Sí. Nuestra culpa es tuya, si es una culpa amar

Y si es culpable un río cuando corre hacia el mar.

Es tan bella, Señor, y es tan suave, y tan clara,

Que sería un pecado mayor, si no la amara.

Y, por eso, perdóname, Señor, porque es tan bella,

Que tú qué hiciste el agua, y la flor, y la estrella,

Tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre,

¡Tú también la amarías, si pudieras ser hombre!

 José Ángel Buesa

  Encarna Recio Blanco.




viernes, 9 de junio de 2017

Oyendo esta música



...Y oyendo esta música… ¿Quien no se estremece?

Esta música que te recuerda, cuando él te dijo que te quería bailando.
O cuando los poetas escribieron versos de amor y de historias, capítulos de la vida que se incluyen en memorias.
Los autores de canciones caminaron sin medida, para contar experiencias de mil historias vividas.

Los transeúntes cansados, relataron sus leyendas, y en las memorias nos quedan fabulas que son eternas.
 Todos tenemos algo que contar de nuestra vida, momentos y circunstancias, que cambiaron las salidas.
A veces pedir al tiempo que recuerde nuestro andar, me parece insuficiente para volver a empezar.

Podemos estar muriendo a los dos años de edad, y rozando los sesenta empezamos a bailar.
Llorar por lo que no hicimos, y que no haremos jamás, en lo que hubiera pasado si me dejase llevar.

 Cuando esa que es la muerte, viene a rendirnos sus cuentas, se nos llena de repente el alma de reprimendas, entonces, sacamos las facturas que no quisimos pagar, y los años de condena, se pueden multiplicar.

 Y yo pienso que el delito que tengamos que pagar, es mejor pedir disculpas, que el permiso para andar.
 No pienses en el mañana, ni en el pasado tampoco, solo espero que la muerte, cuando diga de venir, me traiga muchas facturas y muy poco que decir.

Me mirará sonriente porque mi condena es larga, pero me quedaran los recuerdos para poder compensarla.
Porque los trenes son muchos los que pasan por aquí,  y jamás yo me arrepiento porque siempre, los cogí.


En esto de dar consejos, yo no soy la gran experta,  pero de vivir si entiendo, porque la historia y la vida, te dan siempre una respuesta.


Encarna Recio Blanco.


viernes, 17 de febrero de 2017

Espero tu cuerpo...


Espero tu cuerpo y ansío tu alma.

El deseo consume todo alrededor

No es pasión ni locura esto que siento,

Mis ganas me dicen, que es algo mejor.

El tiempo enemigo de nuestras maneras

Estrategias tantas he trazado ya,

Mi alma me dice que aunque no te tenga,

Me es suficiente poderte mirar.

Descansa mi cuerpo sobre la tormenta

Un volcán alado sin lava esta vez.

Me tiembla la mano al ver que te acercas

Y cuando te marchas, me vuelvo a caer.

Sobre un precipicio nos balanceamos.

Nos sentimos libres cuando no hay dolor,

Y solo si estamos cobijados juntos

Siento que se para de golpe el reloj.

Este corazón me dicta maneras

Sentencias que tengo sin más que seguir.

Alguien desde el Cielo ya trazó el camino

Y mis pies caminan, dejándome ir.

No quiero rutinas ni pasiones muertas.

Ni tejer sentada en cualquier salón.

Yo quiero que el tiempo pueda detenerse

Y dejarme siempre, a tu lado amor.

 No creo en pecados, aunque sé que existen.

No creo en los delitos que ya cometí.

Creo en el futuro de nuestras pasiones

Y en lo que más creo mi amor, es en ti.

  

Encarna Recio Blanco.




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