Esta noche te hablo…
Lerda y cegada por las lágrimas que vierto,
Y que su agua apagará, lo que me
dicta el fuego.
Mi boca me impide hablar, pero me
anticipo a ello,
Aunque la tinta se agote, no cejaré en
el empeño.
Escucha mi elocuencia muda, mi dolor y
mi tormento.
La llamada a voz en grito de mi gloria
y de mi infierno.
¿No ves la fiera borrasca que hoy
habita en mis adentros?
Donde naufragan turbados, mis penosos
sentimientos.
El vivir sin ti me ha condenado, a
estar sitiada
Entre barrotes negros,
Con murallas que me impiden ver, cada
día los cielos.
Ya la muerte no me esquiva, viene, porque la
deseo,
Al pensar, que en otros brazos, tu
cuerpo se está meciendo.
Mi alma rendida clama entre suspiros
al viento,
Que me regales postrero sólo, un añejo
te quiero.
¿No ves cómo mi corazón clama, sin tener paz ni remedio?
Queriendo el dolor calmar con estas
letras al céfiro.
En lágrimas y suspiros, mi alma y mi
corazón a un tiempo,
Van camino de una senda, donde el
final es eterno.
No me sirve de nada la vida, sí las
razones que tengo,
Para repudiarte hombre, aunque en el
fondo… te quiero.
¡Qué contradicción Dios mío! ¿Qué es
lo que estoy escribiendo?
Tanta muerte en mi vida, tan poco
dolor, en el que está muerto.
…Y no te pido consuelos en los dolores
que padezco.
Sólo quiero que algún día, tú no
sufras por ellos.
No te olvides que te quiero, y que te
sirvan de recuerdo,
Los tesoros que me debes, y los besos
que no tengo.
Acuérdate amor mío, de tus vanos
juramentos.
Lo que proclamó tu boca, lo han
refutado tus hechos.
Ahora ya te digo adiós, con el ahogo
que siento.
Ni me da venia mi llanto… ni me da
lugar mí tiempo.
Encarna
Recio Blanco