Como la tormenta que cae sin llamar.
Llenaste de lodo las calles vacías
Envolviendo todo con tu soledad.
Clavaste las uñas, donde más dolía.
Fuiste despiadada y fuiste muy cruel.
Compasión te falta más que caridades.
Quien oye tu risa, ya no vuelve a ver.
Aquella mañana yo miraba al Cielo
Un Cielo desnudo y sin compasión
Lanzando preguntas a otro vil espacio
Ni un eco responde a mi desazón.
Quien tapa tu manto no ve más el día.
Quien tienta tu calma no vuelve a surgir.
Porque eres huraña, tacaña y hastía.
Tú no tienes alma...te faltó vivir.
Muchos tienen miedo de tu fuerte azada
Que arranca de cuajo todo en derredor.
Y te importa poco el llanto y la rabia
Que cause tu mano, sin ningún pudor.
Tú te lo llevaste sin pedir permiso.
A todos nos buscas antes o después.
No te importa el tiempo ni entiendes de halagos.
En tu agenda negra tu lista relees.
Pero que crueles fueron esas manos.
Para despedirnos, tiempo no nos dio.
Sabiendo que existes no te tengo miedo.
El día que vengas nos veremos tú, y yo.
Déjanos entrar en el Reino Eterno
Allí todos juntos a parar iremos
Donde nada existen ni clases ni edades
Los ricos los pobres...juntos y en unión.
Ten piedad del mundo y de sus desdichas.
No te lleves algo a tan temprana edad.
Contigo me encaro, ¡Muerte en esta tarde!
Por esta jugada...por este dolor.
Encarna Recio Blanco