Hoy
las armas han vuelto al cemento
Dejando
un rastro de sangre
Y
de duelo.
Hoy está llorando el cielo nuevamente
Dejando
los musgos secos
La
tierra estéril susurra
Una
oración en silencio.
Encarna
Recio Blanco.
Hoy
las armas han vuelto al cemento
Dejando
un rastro de sangre
Y
de duelo.
Hoy está llorando el cielo nuevamente
Dejando
los musgos secos
La
tierra estéril susurra
Una
oración en silencio.
Encarna
Recio Blanco.
¡Poesía!
¡Quiero felicitarte amada mía!
Te llevo tan dentro que eres parte de mi vida
Si no te tengo a mi lado no sé lo que
haría.
Cual droga te busco para que me calmes
Para que me alegres, para que me ames.
Eres esa dulce melodía que me
emborracha
Cuando el amor a mi puerta llama.
¡Te necesito!
Cuando el dolor siento, el desamor
presiento
Cuando la risa me llena y la tristeza
acecha.
Eres compañera de mis fechorías
Cuando mi pluma a veces, se dispara
con osadía.
Tratas de enmendarme pero soy tozuda
En el pensamiento y en la altanería.
Eres un oasis por donde me pierdo
Cuando ya no puedo más con mi enorme
cargamento.
Eres mi paz mi
sosiego alimento de mi alma
Compañera de fatiga en las batallas.
¿Qué te diría poesía en este día?
Si mi amor está muy lejos, y en otra
compañía.
Que vivo y que muero, que grito y que
lloro
Y que los cielos hoy, tienen mil
cerrojos.
Siempre te cuento mis cuitas y todo lo que acontece
En este mundo de locos donde mi pluma
perece.
Siempre demandando paz, sembrando
esperanzas
Para aquellos que estén tristes
Florezca la luz en sus almas.
No sé si mi métrica será la adecuada
No sé si los ritmos están engarzados
No sé si la estrofa estará desmedida
Sólo sé, que es el corazón y el alma
quien me lo dictan.
Eres ésa dulce pócima que me emborracha
Con el néctar de tu aroma mi corazón
descansa.
Eres indescriptible, etérea bella por
dentro y por fuera
¡Quien tuviera la llave para abrir tu
puerta!
“Decía León Felipe:”
Deshaced este verso, quitarles los caireles de la rima
El metro, la cadencia y hasta la idea
misma.
¿Qué importa que la estrella esté
rémora?
Y deshecha la rosa.
Aún tendremos el brillo y el aroma.
Aventad las palabras y si después queda algo todavía
!Eso será la poesía!
¡Felicidades…¡Amada mía!
Encarna Recio Blanco.
Los labios se unieron hasta
convertirse en uno
Y mis manos se perdieron por el universo de lo
oscuro.
Solo sé, que fui feliz y que quise comprobarlo.
Conocer todos tus puertos, adentrarme en tu regazo
Y comprender que no existen las quimeras sin
tus brazos.
Me perdí en tus gemidos, los lamentos no existían,
Y sentí por un momento, que la muerte
Distraída no quería esa noche romper, nuestra
magia.
Quiero soñar a tu lado por el resto de mis días
Y que Dios pueda perdonarme por sentir esta
gran melancolía.
De tus besos, de tus manos, de tu boca
que fue mía.
Aquellos grandes poetas a lo largo de su vida,
Se preguntaron mil veces a donde fueron los
besos,
A donde aquellas caricias, a donde las madrugadas
De amantes y de sonrisas.
Yo los vi, yo los vi aquella noche,
Aunque piensen que es mentira.
Los tuve entre mis dedos, y los tengo
todavía
Encarna Recio Blanco.
Tanto
me acompañaba la soledad
Que
empecé a cogerla mucho cariño.
A
veces no me hablaba
Pero
me acariciaba.
Cuanto yo estaba triste
Le
contaba mis penas
Y
en su regazo lloraba
Como
una niña pequeña.
Me
voy a dar una vuelta
Que
no te soporto
Con
tanta juerga.
Se despistaba uno o dos días
Y
volvía la pobre con una cara
Que
me decía:
¿Me
dejas a tu lado para hacerte compañía?
Era
ella quien lloraba
Al
contarme las triste historias
Que
por el mundo encontraba.
Encarna
Recio Blanco.
Con mi
alma con mi cuerpo, con mis manos con mi mente.
Te
besaría en los labios como el sol besa mi frente
Y
mordería los hilos que me atan y me
hieren.
Te arañaría el costado y tú pecho que es de cera.
Y
dejando que el silencio me envolviera en esta estancia.
Que
amenazan con que llegue la hora en la que te espero.
Para
prenderme en tu fuego y arder entre tu brasas.
Que nos
llena de ése halo de amor y de calenturas.
y haría
una parada en la estación del deseo.
Te estaría
haciendo el amor cariño
Hasta
que me quede un soplo de vida.
Encarna
Recio Blanco.
No me
gusta ver que el monte se queme.
Ni que en los hospitales las camas escaseen.
Ni que
los hombres maten a sangría fría a su mujer
A su amante,
a sus hijos, o a la madre que les dio la vida.
No me
gusta que en las manos se porten fusiles.
Que las
casas estén ateridas, ni que a los niños
Les falte comida y abrazos, ni a los solos la
compañía.
No quiero que el amor se pague, ni que con la sangre
Se riegue
la tierra, ni que aquel que trabaje no
coma
Ni que al que llora, no se le consuele.
No quiero
ver cuerpos andantes sin vida en sus
ojos.
Ni las
opulencias de los egoístas, atesorando banales tesoros.
No quiero ver odio en los corazones, ni indiferencias
Maltrechas,
caminando con pasos amilanados, por las frías aceras.
No quiero
oler la droga en los puertos, ni las cárceles
Llenas de
penas, ni a los inocentes clamando
Por las
justicias que los condena.
No quiero ver por los aires que se ondulen banderas.
Ni que el
mar se divida en porciones.
Ni que al
barbecho le falte la siembra.
No quiero
ver hemiciclos tan llenos de fieras
Legislando
a diestro y siniestro, sin sangre en las venas.
No quiero ver manos tendidas, a las puertas de una iglesia.
Ni a
rufianes con coronas en cabezas huecas.
No quiero
ver el mundo cual polvorín, pendiente de una mecha
Que tarde
o temprano, saltará, dejando en cenizas
La faz de
esta tierra.
¡Que nadie ose cortarme las manos para que no escriba!
¡Ni ponerme
una venda en mi boca, para que no grite!
Encarna Recio Blanco.