En tu alcoba llena de soledades el miedo se apoderó de ti al verlo
aparecer.
De su aliento, el alcohol se entremezclaba, con la furia de sus ojos al
placer.
Te sometió a su antojo cual un león, hambriento que hincaba sus
quijadas
En los pétalos de seda de tu cara.
Muertes anónimas y sin rostros, en tu habitación moraron otra vez.
Dardos y espinas punzantes se clavaban en tu carne, una y, otra
vez.
Un lecho lleno de muerte y tú, sin poder abandonar el campo de batalla.
En tus adentros resonaban tristes palabras que decían:
¡La muerte quizás llegue mañana!
Volvían los miedos, los fantasmas, y la Paz se fue ya de tu casa
Donde se hospedaron para siempre los negros fantasmas.
El humo de su crueldad cegaba siempre tu mirada, que ardía
Incandescente en los borde de tu
cama, con el filo de su espada.
Siempre acumulando angustias y derrotas.
No volvió aparecer el sol por tus ventanas, golpe tras
golpes hacían,
Que siempre hubiera fuego en tu alma.
Lágrima a lágrima ibas llenando un mar que revuelto siempre estaba.
Con tu silencio cual trampa, adosado a tus espaldas.
Confundida, indefensa y temerosa, te perdiste por el camino del miedo,
Buscando una mano amiga, con la vergüenza por mochila.
Aquel Cielo azul se llenó de nubarrones y las tormentas no cesaban.
Ya no volvió aparecer el arco iris en tus mañanas.
¡Domina tus miedos Mujer! Escapa de esas manos asesinas.
Confundiendo el amor con posesión lacerando tú autoestima.
Aquí está mi voz…mis manos, mis palabras que son gritos
Y la de todas las mujeres del Mundo, para solidarizarnos con vosotras.
Para que todas algún día podáis ganarle la batalla a miedo
Y la derrota.
Encarna Recio Blanco.