domingo, 27 de enero de 2008

Intenté volar un un día...



Intenté volar un un día

Y que el aire me arrastrara,

Por océanos de paz,

Y que nadie me encontrara.


Intente subir al Cielo,

Pero era una osadía,

Pues me dijeron que antes,

Tendría que  dar  mi vida.

 

Intente escalar al monte,

Cual  leona enfurecida.

Y me quedé  en la pendiente,

Con las fuerzas  fallidas.

 

Intente ir a parar…

Todas las guerras del mundo.

Cogí el fusil del amor,

Bien repleto de cartuchos.

 

Intente  coger las manos,

A los que solos veía,

Y compartir mi comida,

Con  los que no la tenían.

 

Intenté que un caminante,

Fuera por otro camino,

Pero me dijo que él…

Sólo seguía a su destino.

 

Aún lo sigo intentando…

Cada día un desatino.

Porque presiento que nadie

Entiende lo que le digo.

 

Encarna Recio Blanco.



Era la noche callada…




Era la noche callada…

Ni el viento soplaba entonces.

Ni las estrellas del Cielo

Me pronunciaron tu nombre.

 

Me llamabas desde lejos

Con aquel tenue susurro

Y mi alma alborozada

Sintió de pronto tu embrujo.

 

Noté como me besabas.

Como tomabas mi cuerpo,

Y en aquel dulce letargo

Se esfumaron mis tormentos.

 

Era la noche callada…

Y el viento venia contento.

Y las estrellas del Cielo

Alumbraron nuestro encuentro.

 

Locura entre las locuras

Del alma y del corazón…

De este amor tan infinito

Que sólo lo sabe…

 Dios.

 

 

Encarna Recio Blanco.




Una estación.Mil destinos...




Una estación.Mil destinos.

Seres errantes que buscan

Otros caminos.

Sonrisas es las esperas tranquilas.

Lágrimas en el adiós temido.

Silban con furias las maquinas

En un momento preciso.

Es la llegada…o la vuelta.

Una estación.Mil destinos.

Nebulosa la noche

Dice adiós al desconocido.

Queda solo en el andén

Un equipaje perdido….

Un bulto de carne humana

Sin billete ni cobijo.

 

Encarna Recio Blanco.



jueves, 24 de enero de 2008

Un grito hondo en la selva...


 Un grito hondo en la selva

Una madre en cautiverio

Un dolor que se acentúa

En su alma y en su pecho.

En manos de un campesino

Le dejaron a Emmanuel

Le parecían a su madre, milenios

El tiempo, lejos de él.

 Como ellos mucha gente

Que muertos en vida están

Prisioneros de las guerras

De la muerte y la maldad.

Sus corazones partidos

Y muy lejos de su hogar

Buscando entre sus sueños

Un poco de libertad.

 Muchas madres muchos hijos

Los nietos que no verán

El dolor que se desgrana

Sin poderlo controlar.

Un silencio que termina

Con un disparo en la noche

Una sombra que se esconde

Llena de odio y reproches.

A esos que no ven la luz

A los que están en tinieblas

Nada se puede decir…

Cuando se habla de guerras.

Un grito hondo en la selva

Unos brazos de mujer

Una madre con su hijo,

Que al fin lo ha podido ver.

No me coserán mi boca

Para que siga gritando

Por todo lo que en el mundo…

Día a día está pasando.

¡Que se terminen las guerras!

¡Que los secuestros paren!

Que la violencia se aleje…

Y la paz nos acompañe.

 

Encarna Recio Blanco.




En mi mundo apareciste...



En mi mundo apareciste

Cual regalo en navidad

Cuando la ciudad bullía

Con cantos de amor y paz.

 

Yo estaba enferma de amores

De los que hacen heridas

De esperas y de llegadas,

Que nunca se sucedían.

 

Tú el sanador de los males

Que en mi vida aparecías

Con la receta mágica

Que a mi alma curaría.

 

No me preguste Cupido

Por qué tu flecha atrapé.

¿Fueron sus ojos de noche?

¿En los que me cobijé?

 

Fueron aquellas palabras,

Que sin pronunciar me dijo

¿O fueron aquellos besos?

¿Que en alba los perdimos?

 

¿O tal vez aquellas noches?

Entre su sueño y el mío,

Que las almas se encontraran

Y que  perdimos el juicio.

 

Si ya estaba enferma de amores,

Y me quería curar…

¿Cómo llegaste  a mi vida?

¿Con tu receta mortal?


Encarna Recio Blanco




domingo, 20 de enero de 2008

En noches, de madrugada...



En noches, de madrugada

Cuando sólo hay silencio.

Calma la sed la esperanza

De que vuelvas a mi lecho.

Recapitulo labranzas

Con pensamientos certeros

De capitanes de barcos

Que perdieron sus veleros.

A la aurora la he rogado,

Que mande diez mandamientos,

Y que amarte sea uno,

Y que se repita luego.

La piel es mi testimonio.

El tatuaje del alma.

Y la cruz que llevo a cuestas

Por no saber si me amas.

Nadie entenderá lo nuestro.

La soledad, el castigo.

Pero seremos tan libres

Que no supondrá un suplicio.

 Calma tu sed con mi cuerpo,

Bebe hasta que te quedes lleno

Envenéname la carne

Y vuelve a tomarme luego.

Nunca dejes de quererme

Que sea tu penitencia,

Amarme entre las sombras

Será tu penitencia.

Y cuando todos se vayan

Y nos envuelva el silencio,

Susúrrame que me amas

Y hazme creer que es eterno.

 

Encarna Recio Blanco.