martes, 7 de marzo de 2017

Esperas…espero.


Esperas…espero.

 Días que se van consumiendo, entre la esperanza

Y el milagro del renacimiento.

El baile de los arboles también se ha desmayado,

Sólo oigo el aullido de los lobos que me están espiando.

Camina la noche sin prisa, hacia tu morada amurallada,

Con el silencio impenitente de un ave sin alas.

Jirones de piel en mis dedos que están sangrando…

No quieren  dejar de escribir en este rosal talado.

Al  soñar siento que estoy a tu lado,

Que me miras y me besas, entre el viento

Que viene asustado.

Huérfana de tu calor. Harapienta  mendigando.

Retales de palabras sin tu eco

Y con besos prestados.


Encarna Recio Blanco


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viernes, 3 de marzo de 2017

Cartas de amor

  

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Cada noche; Tengo la impresión de estar viviendo un sueño, del cual, no quiero despertar.
 Cuando en la madrugada me adentro en nuestros recuerdos, entre tus  escondidos deseos,  cuando veo tu sombra en el amanecer, cuando veo tu cara en una foto que me sonríe, cuando me pierdo entre tus cálidas palabras, cuando me dices te quiero en la distancia, cuando se duerme la noche, cuando caminan nuestras almas por nuestro jardín secreto.

No tengo miedo al futuro,  ni al pasado, no tengo miedo del tiempo que nos queda, ni de lo que ha de venir, me basta con el presente, sabiendo que te tengo, aunque sea en la distancia.

No me importa escribirte en las olas, no tengo miedo a luchar con las gaviotas, no me importa lamer el tibio lecho a solas, de beberme tus besos alados en la sombra,  ni de esperarte junto al brillo amatista  de los astros, que a estas horas, parecen cansinos con tu demora.

  Te dejo esta carta en el umbral del tiempo, en la magia de mis recuerdos y entre el fuego del deseo, que me devora.

Aquí sigo mi amor…Limando mis esperanzas  en el dorso tenue de una decisión del cruel destino.
Pero tengo que decirte en esta noche, que sigo con mi sueño impenitente, que mantengo siempre abiertas las puertas de mi corazón, por si algún día, puedes escaparte de tu prisión


Encarna Recio Blanco




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Virgen de los Dolores

 

Virgen Santa de los Dolores

En Tu cara las tristezas se desbordan

Y en  Tus ojos  lágrimas peregrinas fluyen

 Cual perlas te coronan.

Cuando te veo Dolorosa tras de tu Hijo

Por la cumbre del calvario

Con la Cruz sobre sus hombros

  Me parece un lirio truncado y dolorido.

Mi corazón se arrepiente Madre,

Mis manos tejen el llanto

Y te acompaño en el duelo

Con el rosario en mis manos.

Dolor que estaba en alerta

Al verlo en la Cruz clavado

Para redimir al mundo

Que lo había crucificado.

Acógenos en tu seno

Para que así te alegremos

Y te arranquemos las espinas

Que llevas entre tu pecho.

Dulce Reina de los Cielos

¡Alegra esa bella cara!

Que todos los pecadores

Hoy el perdón te reclama.

Por Él padeciste un día

Y hoy por nosotros padeces.

¡Alegra esa cara Madre

Que queremos verte alegre!

 

Encarna Recio Blanco






miércoles, 1 de marzo de 2017

Campanas callad...


Campanas callad, que no quiero despertar

Dejadme entre mis sueños,

Que voy tras de esa  estrella que surca los Cielos.

 En alas de esa paloma blanca, en la búsqueda

Incansable de la Paz.

Dejadme, que las lágrimas me brotan sin poder

Detenerlas,  al ver la estampa  de niños entre la guerra.

 Dejadme envuelta entre  la bruma de ese mar

 Que despierto, acaricia mi cuerpo,

 Arrullada por algas, cual esmeraldas.

Dejadme que busque y rebusque

Entre mis quimeras palabras para engarzarlas

 En cualquier poema del alma.

 Que no quiero despertar en la batalla.

Ni entre corazones cargados de témpanos de hielo.

Habito en la somnolencia que no me asola.

Solazada entre mis flores y quitando las espinas

A mis sinsabores.

Y en esta quietud que ahora me habita,

Siento que mi amor siendo poderoso.

¡Tristemente, camina solo!


Encarna Recio Blanco.

 


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martes, 28 de febrero de 2017

El otro día leyendo-Sátiras-

 

El otro día leyendo al Arcipreste de Hita

Me puse a filosofar con la cuaresma bendita.

 Decía Aristóteles, como cosa verdadera

Que el mundo por dos cosas trabaja.

La primera es por tener mantenencia, la otra,

 Por tener juntamiento con hembra placentera.

Si lo dijera una servidora, lo podrían dudar,

Pero como lo dijo Aristóteles, no hay más que hablar.

 Esto de Doña cuaresma  a mí no me gusta nada.

Si eres rico y pagas en viernes, comer carne puedes.

Si eres pobre y no tienes donde caerte muerto,

Ni hablar de comer carne, ni de conejo.

 Y eso de ponerte ceniza en la frente,

Yo no lo puedo aguantar.

Sales de la iglesia con el sello negro puesto

 Que parece que te mandan directamente

 Al cementerio.

Yo prefiero el fuego a estar entre cenizas.

Aunque algunas veces el fuego se apaga…

Cuando más  se lo atiza.

¡Yo soy más de don carnal!

 Pues el hombre en todo tiempo va detrás

Del sexo sin mesura, gordas y flacas blancas

 O negras,  no hay quien les pare cuando se alteran.

 A si es que en estos días como penitencia,

Hay que dejar de fumar, de comer carne

Y de  retozar.

 

Encarna Recio Blanco.





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Alza la mano y siembra...



Alza la mano y siembra  con un gesto impaciente.

En el aire, en la arena,  en el surco, en el mar.

 Sembrar, sembrar, infatigablemente sembrar.

En mujer, surco o sueños sembrar.

Yérguete ante la vida con la fe de tu siembra;

Siembra amor y sonríe al pasar.

En el arena del desierto, en el vientre de la hembra.

Bajo tu gesto próvido quieren fructificar.

Desdichados aquellos  que la vida maldijo.

Que no soñaron nunca  ni supieron amar.

Hay que sembrar un ansia, un sueño, un árbol, un hijo.

Porque la vida es eso: ¡Sembrar!

¡Infatigablemente sembrar!

 

Encarna Recio Blanco.




J.A. Buesa
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lunes, 27 de febrero de 2017

Aquel hombre-Mini-Relatos



Aquel hombre, despertó sobresaltado de la cama, una tenue  luz del incipiente amanecer se esparcía por la estancia. Sus ojos miraban las sombras blanquecinas, que ondeaban tras de las cortinas de su dormitorio. De pronto, miró sobresaltado la figura de aquella mujer, que dormía a su lado plácidamente, y un sudor frío inundó su frente.

¿Quién era aquella desconocida, quién era aquella mujer por la que ya no sentía nada? Un escalofrío recorrió su cuerpo viril que ahora, se debatía entre aquellas  heladas sabanas, sí, era una desconocida, pero yacía a su lado, y con la que había tenido un hijo y veinte años de convivencia.

 El corazón se escapaba de su pecho, se preguntaba qué había pasado con su vida. ¿Que rayo fugaz le traspasó en aquel momento?
Se sentó silencioso en la cama y la miró sin verla, ¿qué sentía por aquella mujer, lastima? ¿Odio, indiferencia o asco? de pronto, llegaron todos los demonios a aquella estancia, que ahora, olía a crisantemos, a velas funerarias, y unas lágrimas resbalaron por los ojos de aquel hombre.

Por unos instantes, pasaron los recuerdos de toda su vida. ¿Fue su posición se preguntaba? ¿La juventud de ambos, o el embarazo prematuro de aquella mujer que quiso cazarlo de mala manera, y que ahora, dormía plácidamente a su lado y en su misma cama?

Entonces llegó a su mente aquella mujer… Aquella otra mujer, que a miles de kilómetros, siempre lo estuvo esperando, aquella mujer que le escribía noche tras  noche, cartas de amor y muchos poemas, aquella mujer, que le hacía vibrar, solo con su melodiosa voz, y que le hacía gemir al oírla, cual macho copulando.

 Aquella mujer, que fue su gran amor, y que el destino se encargó de  que se perdieran, cada uno por distintos caminos de la vida.
Una voz le saco de su éxtasis, ¿te encuentras mal, le dijo ella mirándole fijamente, al ver el sudor en su frente?

 No me pasa nada, es que me dolía el corazón, pero ya estoy mejor le contestó secamente. Un hondo suspiro se escapó del corazón de aquel hombre, y desapareció fugazmente de aquella fría estancia.
  

Encarna Recio Blanco

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