En el silencio de mi implacable soledad...
Cada noche me disperso sin saber a ciencia cierta,
Si vivo, o si muero.
La calle huele a estopa y paja consumida.
A mujeres preñadas y maltratadas.
A delincuentes de alto rango que portan
Tarjetas muy negras en sus sucias manos.
A hombres con la peste y con trajes de marca.
¡Qué pena Dios mío!
No tener un buen desinfectante para eliminarlos
¡Para siempre de la faz de la
tierra!
El virus de los sinvergüenzas, corruptos y dañinos
Nos atacan
Sin que ellos no tengan un atisbo de compasión
En sus acciones y palabras.
Agrediendo a enfermos que postrados, se debaten
Entre la muerte y la vida, para salir de tan negra batalla.
Huele a corrupción, a saqueo, a bandidos que atracan
A los más humildes, desoyendo sus voces
Que claman, para que se haga
justicia
De una vez por todas, metan entre rejas
A los que roban, a mano armada.
Huele por la calle a seres amordazados
En la cárceles de la desconfianza.
A togas mohosas y compradas.
A niños y ancianos sin derechos sociales
Y sin esperanzas.
Y aunque no quiero contagiarme…
No quiero ni puedo, taparme la boca.
Sigo en la contienda…para ver si de una vez por todas,
Se acaben las injusticias... que nos asolan.
Encarna Recio Blanco.