Tus manos dibujaron en mi boca las sonrisas
Y el rictus de dolor entre las sombras huía.
En la sutil tarea de regalarme luz donde oscuridad tenía.
Abeja laboriosa, ruiseñor al acecho
Con tu voz me calmaste mis temores y miedos.
El destino es travieso juguetea con nosotros
Sin fronteras nos abre ventanas y puertas.
¡Cómo darte las gracias Virginia!
Si me faltan las letras para poder hilvanar
La gratitud que me llena.
Pues te diré que sigas abriéndote el corazón
Y que tus manos no cesen de calmar siempre…
¡El dolor!