viernes, 14 de febrero de 2020

Hoy me pregunto...

 


Hoy me pregunto

Si también el alma duele.

Porque al corazón le oí,

Quejarse en mí, muchas veces.

Pero este escozor que tengo

 No sé de donde proviene.

Voy a rogar a los Cielos…

¡A ver si se compadece!

 

Encarna Recio Blanco.




jueves, 13 de febrero de 2020

Me duele la cabeza…



Me duele la cabeza…

 De tanto pensar.

 Las manos

De tanto trabajar.

Las piernas…

De tanto trotar.

Los brazos…

 De tanto apretar.

 Me duele el corazón…

 De tanto amar.

El alma de buscar

Sin encontrar la paz.

 La mente…

De tanto, cavilar.

Los dedos…

De tanto teclear.

El talle…

Por tanto sopesar.

Me duelen los ojos…

 Por dormir poco,

Y soñar mucho.

 

Encarna Recio Blanco.




jueves, 6 de febrero de 2020

Una barba muy poblada...

 

Una barba muy poblada.

Su atuendo, desaliñado.

Un corazón con cadenas

Y unos ojos abrumados.

Rebuscaba por las calles

Cigarrillos  aplastados.

Sus manos los recogían

Cual un maná consagrado.

Le miraba a hurtadillas

Viendo el temblor en sus manos

Y sin medir un saludo

Le entregué, mi paquete de tabaco.

Te quiero mujer me dijo:

Dando un suspiro quebrado

Cual un ser humano herido,

Sin el auxilio a su lado.

Sigo sus pasos cuando se aleja

Con su cruz y unos cigarros,

Por la calle de la amargura va,

Este ser abandonado.

Yo sigo hablando con Dios

En este otoño anegado…

De lágrimas y de  vagabundos

Que te regalan un te quiero…

Por unos simples cigarros.

 

Encarna Recio Blanco.




viernes, 17 de enero de 2020

En el edén de nuestro lecho...


 En el edén de nuestro lecho

Estás rendido.

En tu sudor me envuelvo

Con tu calor me vivo.

Se balancean nuestros cuerpos

En el trajín de huesos

 Y de besos.

Por la serpentina noche nos

 Perdemos…

Cuando el alba aparece…

Y nos arrulla de nuevo.

 

Encarna Recio Blanco.



sábado, 4 de enero de 2020

Por el cinco de enero...




Por el cinco de enero, cada enero ponía

Mi calzado cabrero a la ventana fría.

Y encontraban los días, que derriban las puertas,

Mis abarcas vacías, mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos, ni trajes, ni palabras:

Siempre tuve regatos, siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza, me lamió el cuerpo el río,

Y del pie a la cabeza pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero, para el seis, yo quería

Que fuera el mundo entero una juguetearía.

Y al andar la alborada removiendo las huertas,

Mis abarcas sin nada, mis abarcas desiertas.

 Ningún rey coronado tuvo pie, tuvo gana

Para ver el calzado de mí pobre ventana.

Toda gente de trono, toda gente de botas

Se rió con encono de mis abarcas rotas.

 Rabié de llanto, hasta cubrir de sal mi piel,

Por un mundo de pasta y un mundo de miel.

Por el cinco de enero, de la majada mía

Mi calzado cabrero a la escarcha salía.

 Y hacia el seis,

Mis miradas hallaban en sus puertas

Mis abarcas heladas, mis abarcas desiertas.

 (Miguel Hernández)

Encarna Recio Blanco.