sábado, 4 de enero de 2020

Por el cinco de enero...




Por el cinco de enero, cada enero ponía

Mi calzado cabrero a la ventana fría.

Y encontraban los días, que derriban las puertas,

Mis abarcas vacías, mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos, ni trajes, ni palabras:

Siempre tuve regatos, siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza, me lamió el cuerpo el río,

Y del pie a la cabeza pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero, para el seis, yo quería

Que fuera el mundo entero una juguetearía.

Y al andar la alborada removiendo las huertas,

Mis abarcas sin nada, mis abarcas desiertas.

 Ningún rey coronado tuvo pie, tuvo gana

Para ver el calzado de mí pobre ventana.

Toda gente de trono, toda gente de botas

Se rió con encono de mis abarcas rotas.

 Rabié de llanto, hasta cubrir de sal mi piel,

Por un mundo de pasta y un mundo de miel.

Por el cinco de enero, de la majada mía

Mi calzado cabrero a la escarcha salía.

 Y hacia el seis,

Mis miradas hallaban en sus puertas

Mis abarcas heladas, mis abarcas desiertas.

 (Miguel Hernández)

Encarna Recio Blanco.





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