Ya no soy la niña Recia que tenía un mar de llanto
Que caminaba descalza entre afilados barrancos.
Ya no soy la niña Blanca que miedo tenía por todo.
Cuando la tormenta asomaba me tapaba bien los ojos.
Ya no soy aquella loca que desnuda se mostraba
En esta jauría de fieras que tanto miedo me daban.
Ni el qué dirá...Ni si dicen me lo cargaba a la espalda
Adosándome las fuerzas que a los otros les faltaban.
Caminé con paso firme aunque los otros pensaran
Que mi vida, y que mis actos, estaban descarriadas.
Sola me enfrentaba al mundo con mi maleta pesada.
Con mi bagaje de amor aunque a nadie le interesara.
Gritaba y nadie me oía, lloraba y sola limpiaba
Las lágrimas de mis ojos, cuando nadie me espiaba.
Fuerte me hizo éste Mundo para ganar las batallas
Que salían a mi encuentro como Dios me lo mandaba.
En mil bancos escribí lo que nadie leería.
Me hice poeta a la sombra con gran mi osadía.
Ya no soy la niña Recia que amargos sorbos bebía
De fuentes contaminadas que emborrachaban mis días.
Ni de aquella niña Blanca que en su apellido llevaba
La castidad no perdida, ni tampoco regalada.
La que daba amor a cambio de unas bonitas palabras,
Porque estaban rebosando mi corazón y mi alma.
Me sigo desnudando y nadie me reconoce.
Cuando llevo el antifaz me saludan con honores.
Ya no soy aquella niña. Ahora soy una mujer
Con el cuerpo tatuado y arañazos en mi piel.
Pero en el fondo del alma y del corazón también…
¡Qué pena, Señor! ¡Qué pena!
¿Nadie me pueda entender?
Encarna Recio Blanco