¡Ya te llamo yo!
No era el mensaje de una paloma, ni unas líneas despistadas,
Ni una oración gramatical, ni el vaticinio de una carta del tarot
Falsificada.
Era una frase de hielo saturada, una sentencia penada,
La miel envenenada, una borrachera de miedos, y de espadas.
¡Ya te llamo yo!
Y me senté en el banco de la plaza esperando la a la muerte,
Con la vida que yacía entre brumas de negras cenizas.
¡Ya te llamo yo!
Seguía esperando a las puertas del olvido, en las murallas
Del hambre, en los acantilados de la esperanza, aquella llamada.
Mayo se despedía del almanaque y aquella frase
Ya te llamo yo, se deshojó cayendo desplomada...
En un adiós cobarde y sin palabras.
Encarna Recio Blanco.