No supe
cual era su patria y nunca se lo pregunté. Aquel hombre con ojos
tristes, que detrás de mis cristales, lo vi por primera vez. La noche era tan
fría, que calaba hasta en los huesos de aquel pobre indigente, que a su lado tenía por compañía, su silla de
ruedas roída.
Al verlo, mi corazón hecho una fiera bajó de dos en dos los peldaños de mis escaleras, y me acerqué silenciosa hasta su lecho, un banco de hierro en aquel el atrio de una iglesia. Bajé con una manta para arropar aquel cuerpo helado, una almohada para que apoyara su frágil cabeza, y una taza caliente de leche, para que aquel cuerpo reviviera.
Hablamos mucho rato los dos, a mis preguntas él me respondía con un tono dulce, me contaba, en la triste situación en la que se encontraba. Me dijo, que por un error le cortaron una pierna y que ya no podía caminar.
Entonces,
empecé mi lucha para buscar donde lo podían acoger, llamé a todos los centros
de acogida, a las fuerzas del orden, al cura y hasta las
Las puertas del cielo me acerqué, para pedir
la ayuda que ese ser humano con urgencia
necesitaba, en una noche tan fría, para que no muriera de frio, entre aquellos malditos hierros,
que le sostenían.
¡Hoy le han encontrado muerto! ¡Muerto! junto a su silla de ruedas y mi corazón nuevamente, ha saltado gritado como el de una fiera.
A mis preguntas sé, que nadie me va a responder…ni mi dolor nadie puede paliar…es tan duro saber, que en pleno siglo veintiuno ocurran estos tristes acontecimientos, entre los seres menos favorecidos.
Quiero solamente que mis letras sirvan para ablandar a esos corazones que nos gobiernan, esos que proclaman en los hemiciclos a grandes voces que las ayudas están dispuestas, para todos aquellos lo necesiten.
¡Qué paradoja! Ellos pasan el tiempo gritando por el maldito poder, entre los petardos que arden, en las fiestas de un pueblo que a ellos les vota.
¿Dónde está la solidaridad para estos seres tirados por los suelos? ¿Dónde está la cordura para gobernar a los pueblos? ¿Dónde está la caridad tan preciada, para con estos seres tan indefensos?
Denuncio hoy con todas mis fuerzas, estos abandonos de esa clase política que nos gobierna, y de los negros corazones tan negros que portan en su pecho.
¡Sabe Dios! Cuántos indigentes hoy, en cualquier parte del mundo, no se habrán despertado, durmiendo entre la nieve y estarán padeciendo estas mismas calamidades, hambrientos y desahuciados, en un mundo tan frio corrupto y despiadado.
Seguiré denunciando y preguntando cada día de mi vida a los que tienen el poder en sus manos… si tienen conciencia, asilos, camas, comida y abrigo, para tantas almas, que no tienen nada, ni a nadie…que les bese el alma…
Sí estoy segura que
Dios me oyó y se lo llevó directamente al Paraíso de los justos.
¡Descansa en Paz
amigo mío!
Encarna Recio Blanco.
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