Te
conocí una noche, que ni siquiera había estrellas.
Ni
una luna se mostraba, ni había rayos, ni centellas.
No
sonaban las campanas ni melodías al viento.
No
vi pasar ningún ángel por aquellos derroteros.
Saltaron en mi vientre de repente, las semillas del deseo.
Y
volaron mil mariposas por encima de mis pechos.
Te
conocí en verano cuando lucen los almendros.
¿O
tal vez, fuera en primavera, bajo el azul de algún Cielo?
Yo seguía caminando como si nunca te viera,
Y
tú pasaste de largo como el que no se da cuenta,
Aunque
estuvieras casado y yo, con hombre a mi vera.
Te conocí aquella noche y el fuego nos devoró
En
un tálamo desgajado nos confesamos amor.
Más
tarde nos encontramos a la orilla del deseo
Nos
miramos a los ojos y solamente hablaban ellos.
Se desbordaron los mares y hasta el Sol se despertó
Cuando
tu cuerpo y el mío en éxtasis se desplomó.
Lo
que el destino depara, no hay fuerza que
lo detenga.
Lo
que Dios quiere que pase, se cumpla de igual manera.
Te conocí aquella noche y las estrellas brillaron.
Hasta
que nos llegó el alba, nos estuvimos besando.
Encarna
Recio Blanco.
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