Sólo el abismo nos vigila
Para
engullirnos en sus infiernos,
Nuestros
cuerpos, destilando amor,
Se
hunden por el misterio.
El fuego de la carne nos abrasa
Las
palabras enmohecidas se atragantan
Bajo
la noche que nos ronda
En
el tálamo escarlata.
Sabor a pimienta entre nuestros labios,
El
fuego arrasa nuestras almas,
Por
el adiós que se aproxima,
Sin
concluir, nuestra labranza.
Encarna
Recio Blanco.
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