miércoles, 28 de noviembre de 2007

Ruge el viento en esta tarde...


 

Ruge el viento en esta tarde

Cual lobo que desbocado,

Corre veloz tras su presa

Para devorarlo.

 

Ruge como las olas del mar

En las noches de tormentas,

Cuando los barcos se encallan

En las costas marineras.

 

Ruge el corazón que llora

Por el  amor que se fue,

Dejando la tristeza y el  llanto

En un cuerpo de mujer.

 

Ruge el mundo en su girar

En esta tarde tan gris,

Cuando me dices mi vida

Que ya no puedes venir.

 

Ruge en esta tarde todo.

El viento y la sinrazón.

Las palmeras y las sombras

Me acompañan en tu adiós.

 

Quiero sentir ya la calma

De éste entorno que me agobia.

De los vientos que reviven…

Los recuerdos que me sobran.


 

Encarna Recio Blanco




Que difícil me parece



Que difícil me parece escribirte a Ti  Señora

A Ti que todos te imploran. Tú que eres Reina y Señora

¿Qué te podría decir?

Después de toda una vida escribiéndote a deshoras.

Emulando a los poetas intenté llegar a Ti

Complaciente me escuchabas como me escuchas ahora

Sin importarme la obra el alma escribe por mí.

 Y aunque resulte difícil encasillar mi poesía

Son palabras que me inspiras cuando te miro, Señora.

Eres agua transparente y el mundo ensucia tu llanto

Que es puro como ese manto que cubre tu pedestal.

A Tus pies se han agachado los cobardes y valientes,

Los ricos, los indigentes los pobres, los de sin País.

Los que trabajan por otros. Los que nunca te creyeron.

Los que solo por el miedo se acordaron de Tu nombre.

 Tan Querida y tan amada por hombres y por mujeres.

Tú Madre que a todos quieres siempre nos tiendes Tus manos.

Y lloras por este mundo que se está resquebrajando.

Y lloras porque eres Madre de los que se están matando.

 De los que siempre están solos. De los que se van marchando.

Por los que llegan al mundo Tú también estás llorando.

Por esa gente que ruega y que después se le olvida,

Que no pidan de rodillas lo que no dictan sus actos.

Por aquellos que predican pero no con el ejemplo,

Te pedimos en tu templo que también oigas sus llantos.

Porque estamos desvalidos. ¡Cómo podrías dejarnos!

Una madre no se olvida de ninguno de sus hijos.

Siempre a tus plantas todos y juntos hermanados

Virgen Santa del Carmelo…no nos dejes de tus manos.

 

Encarna Recio Blanco