Ella va tan ufana paseando por las calles, con su mirada negra y perniciosa, oteando la presa como un león con hambre.
Ella
no se para en edades, ni en las clases sociales, ni en machos, ni en hembras,
ni si son jóvenes, o viejos, si tienen la piel blanca, o la piel negra, nadie
se percata de su presencia ni se paran a pensar, que a su lado la llevan.
Todos
van con cerrojos en los ojos y el macuto pesado, llenos de marañas en sus
espaldas, tan aprisa en esa carrera, donde los necios bregan, hacia la meta de la esclavitud,
volando sin alas, hacia una empresa que le paga una miseria.
Cuando
por la calle pasa Ella, hasta los muros se estremecen por su presencia, pero el
ser humano ni se da cuenta, o la ignoran, como si no fuera con ellos la sombra
negra.
Las
calles ahora, están llenas de gentes que tranquilamente pasean, otras, en veloz carrera quieren entrar en las
tiendas, porque empiezan las rebajas y quieren atrapar la mejor de las prendas.
Ella sigue oteando a sus presas…
Ahora,
por los aires huele a cenizas funerarias, a gobiernos rearmados, a misiles que
se estrellan sobre un avión, que con gran estruendo, explota llenos de
almas, quedando carbonizados en la tierra.
Los
edificios, ahora que se aproxima la Navidad, están iluminados con luces de
colores de tal manera, que brillan con serpentinas onduladas como si fueran
estrellas.
Dentro
de esos edificios iluminados, los cuerpos moran con las miradas perdidas, las
sogas al cuello, y sin decirse ni una sola palabras, se matan unos a otros por
la espalda, a sangre fría, o violando a la madre, que pario a sus hijas.
En
mi deambular a Ella la veo y su presiento por estas calles, me aterra con su
guadaña a cuesta, y un escalofrío recorre mi cuerpo de pies a cabeza.
No
quiero saludarla por si se me acerca, trato de esconderme detrás de una puerta
y pasa a mi lado, pero no se acerca.
Respiro
aliviada, pero mi alma en vilo me va recordando, que tal vez, otro día en el
que yo la presienta, venga de frente, me pare y me diga, que tengo que irme con
Ella... quiera yo…o no quiera.
Encarna
Recio Blanco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario