Cartas de amor…
Aunque voy tan aprisa,
me es imposible encontrarte por los rincones del mundo, de mis calles, miro
hasta debajo de los puentes por si te veo, entre los limoneros, en todos los
recovecos de mi entorno.
Y sé, que estás ahí esperándome en algún lugar para darme la mano y acompañarme, te siento tan cerca en ocasiones, que me parce sentir tu respiración en mi cuello, tus manos en mi cintura y en mi boca, tus cálidos besos.
En otras ocasiones, te veo subiendo por los tejados, hasta llegar a mi ventana sin barrotes, para tener uno de esos encuentros furtivos, en horas intempestivas, a esas horas, en las que los amantes encuentran en el rincón, debajo de las olas del mar, a esas horas, en las que tú y yo hemos acordado soñar, que por un momento no nos encontramos tan distantes, y tan solos, cada uno con la distancia por testigo.
Otras veces, te cuento una historia sin final, y es como ahogar las ganas del deseo, como matar los segundos poco a poco y lentamente, exasperando quizás al callado espectador de este drama.
¿Cómo fusionar amor mío, el cielo y la tierra? para dejarlos en el mismo lugar del que rescatamos las últimas gotas del viento en nuestros labios.
Muy a pesar mío tengo que decirte, que nuestra historia no tiene final, y lo que es peor, y paradójicamente es, que no ha empezado.
Estaremos moviendo ficha por el resto de los tiempos, robándole segundos al reloj del deseo, quitándole la pasión a las garras del destino.
Una noche más, será nuestra condena, la duración de la misma, será proporcional a nuestros deseos, pero quiero que esa noche… sea infinita.
Encarna Recio Blanco.
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