domingo, 8 de noviembre de 2009

Salimos a pasear.




Salimos a pasear mi perro y yo.

El miraba para el suelo oliendo sin descansar

Yo miraba a las estrellas que no querían alumbrar.

 Me encontré con un sereno de esos que no quedan ya…

Me saludó cortésmente pero no era de fiar.

 Después a dos zagalones de esos que te hacen pensar,

Que tu bolso peligraba por el tirón infernal.

Más adelante, a una señorita en la esquina descará

Que me pedía un cigarro y yo no fumé jamás.

 El cura venia rezando un místico ritual

Con la cara cabreada y un rosario le colgaba

Debajo de la sotana.

Una pareja se besa detrás de aquella ventana,

Y mi perro se hace un pis, de mala gana.

A un lotero cojeando, a  un relojero asustado

Porque dicen que al barbero en la calle lo han robado.

 Un cantinero cabreado porque  no vende ni un vino

Y el que vino se marchó por las palabras que dijo.

Calle mayor con farolas amarillas como cirios

Con sombras que van andando sin corazón por testigo.

 Me mira cansado el perro cuando saco mi bolígrafo

Y me subo a la palmera de mi amigo Rafaelillo.

Y allí arriba sigo con la faena de mis poemas en la palmera subida

Hasta que llega la poli y me dice, que  baje de allí en seguida.

 Que no son horas de hacer terrorismo literario, que es muy tarde

Y estoy expuesta a cualquier desastre.

Me encamino hacia las ánimas donde tengo mi escondrijo…

Y ellas me acompañan silenciosas, llevando a  Dios por testigo.

 

Encarna Recio Blanco.

 




Cuando me da por pensar



Cuando me da por pensar

Doy la vuelta al mundo y vuelvo

Me traigo en una maleta

Lo que no puedo con ello.

 Lo que veo y no me gusta

Trato de recomponerlo,

Pero sola en el atajo veo

Que no puedo hacerlo.

 Si tuviera cuadrilla

De brazos firmes y rectos.

Si la justicia pesara

Con balanza sin agujeros.

 Si en los mares sólo hubiera

Brisas que estén al acecho

Sin pateras con los cuerpos

Muertos de frío y de miedo.

Con la mitad de las armas

Que hay en el mundo entero,

Comerían esos niños

Que de hambre están muriendo.

 Mi mente  está muy enferma

De gritar al mundo entero

Y mi corazón me dice

Que me calme que más no puedo.

Sólo a Dios puedo pedirle

Que me haga un mundo nuevo

Porque sola con la carga

No puedo arreglar el viejo.

 

Encarna Recio Blanco.





Cayendo está la tarde.


Cayendo está la tarde

Del incipiente otoño

El sueño errante despierta

Mis apagados ojos.

Sobre los negros silencios

El parque florido duerme.

De los bancos las sonrisas

De los niños se desprenden.

Desde el cielo las estrellas

Cálidas como los besos…

Aparecen fulgurantes

De su perezoso sueño.

 Cayendo está la tarde

Del incipiente otoño.

El viento a veces suave

Se torna misterioso.

El parque queda en silencio

Sin los  juegos y sin niños

Se balancea el columpio

Con un pajarillo herido

Ya nadie queda en el parque

Sólo yo escribiendo versos.

¡Ya está bien dicen mis musas!

¡Que tenemos mucho sueño!

 

Encarna Recio Blanco.




Mis lágrimas...



 Mis lágrimas

Han vuelto a limpiar

El maquillaje

Profano de mi cara

 Y corriendo…

Me maquillo nuevamente

Para seguir esta farsa.

  

Encarna Recio Blanco.





viernes, 30 de octubre de 2009

En la noche de los Santos.



En la noche de los Santos

Están las calles desiertas

El olor a crisantemos

Por los aires se recrean.

Está la noche llorando

Las velas relampaguean

Y una música lejana

En el cielo parpadea.

Un susurro de guitarra

Acecha triste y sereno

Y en el mensaje nos dicen

Que nos están protegiendo.

 La luna desde lo alto

Esta noche está callada

Dos estrellas a su lado

La acompañan en su danza.

En el monte se oyen pasos

Alguien camina sin tregua,

Llevan flores en el brazo

Y en las manos unas velas.

Es la luz de los recuerdos

Que siempre se llevan…

Como las olas del mar

Que devuelven hacia la arena.

Hoy es el día de los Santos

Y os quiero felicitar

Viviendo de los recuerdos

Se puede resucitar.

Esta noche de los Santos

A todos os  quiero decir

Que aunque no estén en la tierra

Sus almas siguen aquí.

 

Encarna Recio Blanco.




 


martes, 13 de octubre de 2009

Mercadillo.



Mercadillo

Voy a poner en el atrio de la iglesia

Un mercadillo.

Para vender lo que me sobra

Guardado en mil cajones malditos.

Collares de mil colores

Hechos con aguja e hilo

En las noches que los sueños

Se fueron a su escondrijo.

Un alfiler de quincalla

Dos pulseras y un anillo

Con el que me iba a casar

Sin novio en un gran castillo.

Una careta mohosa

Un libro de un cuento chino

Dos suspiros encerrados

En el filo de un cuchillo.

 Una peineta de flores

Regalo de una gitana

Cuando me leía la mano

Y el sino que me esperaba.

 Ropa con mil lentejuelas

Comprada en los mercadillos

Que me ponía en las noches

De desenfrenos y con vino.

Unos tacones torcidos

Bolsos con poesías dentro

Que ya estaban caducadas

Por lo que estaban diciendo.

 Unas pestañas postizas

Un maquillaje amarillo

La cadena de mi cuello

Que apretaba cual cuchillo.

Un rosario que le falta

Un Padre Nuestro Bendito

El misal que no llevé

Porque estaba descosido.

Un billete que saqué

Para aquel tren que maldito

Siempre siempre lo esperé

Pero que pasar no quiso.

La escoba de aquella bruja

Que una noche me raptó

Y una perla que encontré  

En un oscuro pantalón.

 Me dejaré los te quieros

Y los besos que dormidos

Reposan en el baúl

De mis recuerdos queridos.

 

Encarna Recio Blanco.