Estamos a las puertas de la Navidad. Una Navidad que se presenta
felices para algunos, tristes para otros, y amargos, para todos aquellos que no
pueden soportar las duras ausencias de sus seres queridos, que se fueron para
siempre. Indiferentes para aquellos, que no tienen creencias en nada, y a
veces, ni en ellos mismos.
Por eso, hoy quiero mandar este manifiesto al mundo entero, para que
detengan cuanto antes la barbarie, de estas guerras sangrientas.
El mundo tiene que verlo, de la misma manera que yo lo veo, pero las masas
callan como borregos, no oigo voces a lo lejos, ni a lo cerca, ni a los
que gobiernan este mundo, no respiran las Naciones Unida, la ONU,
esos que dicen ser los defensores de los derechos humanos, y que deben de
actuar en todas partes del mundo.
Tanto en los estados que están divididos por conflictos armados, internos,
o estables, en los no democráticos, y en los que en el ejercicio de la
democracia, está firmemente asentado ¿Dónde está Unicef? todos están en
silencio, solo se oyen las bombas, allá a lo lejos.
Se me parte el alma, al ver llorar a tantos niños, imbuidos en esas contiendas
tan cruentas sin cobijo, sin familia, entre metrallas, entre
el frío, la nieve y el hambre, muriendo cada día.
En sus caritas el miedo hace estragos, en sus carnes, las
heridas están sangrando, y de sus ojitos los ríos de lágrimas se están
desbordando.
¡Ángeles tan pequeñitos, si alas, desplomándose! ¡Dios mío!
De un lado para otro van, como fardos de paja, como mercancías baratas,
como si a nadie importara el dolor de esos seres humanos, que han tenido la
mala suerte, de nacer en una tierra de nadie, bajo el mando y la fuerza de
unos salvajes.
Se me rompen las venas al ver que la gente se afana en preparar el
árbol, el Nacimiento, los regalos de los Reyes Magos y las cenas,
para la noche, de Noche Buena.
Al ver tal genocidio, se me desgarra el corazón, no me a cabe en la cabeza,
que los hombres de este suelo, permanezcan indiferentes ante tanto dolor.
Sola, no puedo hacer nada, solo escribir y escribir, para denunciando
el horror y el desamor, para pedir que se eleven las voces y podamos entre
todos, parar esta barbarie para siempre, en toda la faz de esta Tierra.
¡La Paz está herida de muerte!
Encarna Recio Blanco.
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