Este apelativo ahora lo escucho por todas partes, entre el fango, la destrucción, el dolor y el miedo que sufre Valencia.
Las calles arrasadas, edificios derruidos y coches apilados. Un pueblo antes lleno de vida y de trabajo, quedaron en muy poco tiempo destrozados, la lluvia, el vendaval y la tormenta, asoló el entorno y terminando con muchas vidas, que no fueron informadas en el momento preciso, de lo que se avecinaba, casas, enseres y, todo aquello que se consigue con el trabajo, de toda una vida.
Es posible que, con ese eslogan en parte tengan razón, pero solos no pueden hacerlo, se necesitan las fuerzas mayores que puedan mover de las calles los enseres y los recuerdos, de esas pobres personas que se quedaron sin vida y sin nada. Esas fuerzas que todos pagamos con nuestros impuestos, no han estado a la altura de los tristes acontecimientos. Entonces, han salido en las calles con toda la razón del mundo, la ira y la violencia aparecieron, sin control.
Los abandonados tiran como pueden, para poder salir de esta hecatombe, que para muchas familias, se han quedado solamente con lo puesto. ¿Prima la política o el deber del auxilio? ¿Donde están esos hombres y mujeres que fueron votados para que nos gobernaran?
¿Que estaban haciendo en esos momentos en que el pueblo se hundía entre el barro, llevándose la vida de muchos inocentes? ¿Por qué el gobierno central no declaró el nivel máximo de alerta? Y en ese momento mandar a las fuerzas armadas para empezar lo antes posible a salvar vidas.
Muchas preguntas sin respuesta, muchos duelos, ruinas y tristezas en el entorno, mucho dolor cuando veo las noticias… y sin respuestas, me quedo.
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