Tengo en mi alma un jardín secreto, compré la parcela un año, en que tenía un
poquito de dinero ahorrado.
Cuando
estoy muy triste, abúlica o incapaz de seguir por los caminos pedregosos, me
escapo a este edén recóndito, y busco los buenos recuerdos aquellos, que algún día me hicieron
feliz.
Algunas
veces, el capellán que guarda mis llaves, al ver mi cara con un
rictus de tristeza, quiere alegrarme y me regala unos cuantos tesoros que
olvidados, tenía en un cofre lacado, unas fotos amarillas, muchos folios para
seguir escribiendo, unos collares de perlas, engarzados con los filamentos
de luna llena, recuerdos alegres y muchas esperanzas despiertas.
En mi
entorno, militan fieras que me rodean, no las deje acercarse a mi sombra, pero
me acosan de vez en cuando, guerras sin ley, rencores, envidias,
ladrones, usureros, y muy malas personas.
Me
escapo de aquellos que juran ser siempre honestos, pero engañan con
las apariencias más bondadosas, siendo felinos. Prefiero a los sufridores, a la
gente que lucha, lucharon y lucharan por conseguir sus metas, sin dañar a
los demás.
Cada cual
lleva una máscara, un guion elaborado a la medida de un Dios que no cree en
ellos, porque llevan la maldad adosada a su espalda.
…Y en
este jardín secreto voy desgranando las cuentas de un rosario que aquel día mi
abuela me regaló, un trece de agosto.
Encarna Recio
Blanco
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