Cambia la
vida y con ella también me trasformo.
Pasa el
tiempo muy deprisa, en este reloj que no tiene manecillas, ni minutos, ni
canción.
Y me
arrastras como en un río, bajo las olas del mar. ¡Tantas cosas como hemos
compartido! Tengo la impresión que ya
son lejanas, tal vez esperando lo que
nunca llegará, hoy tristemente te digo, que no me van quedando las esperanzas,
para luchar.
¡Como han
pasado los años! Sigo siendo la misma, no gira el mundo al compás de mi cuerpo,
que es más joven ahora, que cuando tenía menos edad.
Muchos
años pasé pensando que podríamos ir por el camino de la felicidad, ilusa
en amores, me dejé atrapar por esa corriente de un mar revuelto donde te
estancaste para siempre.
¿Dónde
quedaron las palabras? ¿Dónde quedaron los besos que nos dimos? Podría pintar
en el aire, aquellos momentos, siempre esperando en aquel banco de una estación
solitaria y sombría.
Y sigue
mi mundo girando tras de ti, en esta jaula que me recuerda, que estoy perdiendo
mi vida, cavilando en mis horas muertas, por si por algún milagro de los
cielos, tú algún día, volvieras a mi lado.
No sé si
podré salir del laberinto que me atrapa, de la prisión que me encierra, cuando
veo que mi esperanza se agota, ya no hay nada que esperar.
Me quedo
con mis poemas, mis cartas al viento, mis recuerdos.
He
aprendido que la paciencia fue una virtud para vivir y también, para
sobrevivir, pero esa es la diferencia, que marca mi eternidad, no obstante,
espero y desespero, que seas feliz, en tu jaula de cristal.
Y este
final es el principio, de lo que ha de llegar, de lo que siempre soñé, de lo
que merezco, de lo que tú, nunca luchaste por tenerlo.
Hoy me
niego a rogarte, a esperarte, a que me quieras. El amor no se suplica si no se
siente.
Si no
supiste quererme, ya no te puedo esperar, deja que pueda ser libre, deja que
vuelva a volar.
Encarna Recio Blanco
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