Fui
desparramando migas de pan, por aquel parque, y vinieron las palomas al
banquete, haciendo caso omiso de mi presencia, y de mis manos.
Sembré de
versos la vereda de aquel camino, por donde tantas veces, los besos se quedaron
preñados, de esperas y de venidas, sin ver, que ningún transeúnte estuviera
leyendo.
Quise
abrir una fosa para enterrar el esqueleto de una golondrina, pero la tierra no
me dejaba que ocupara su espacio, que se cerraba con indómita
crudeza llena de malezas.
Entre los
verdes trigales ya granados, fui esparciendo las mudas palabras que me guardé y
no dije, al ladrón que me robó todas las pertenencias, que tenía en la urna de
mi alma.
Quise
coserme el corazón, con los hilos que desprendían unos zarzales llenos de
espinas, pero la sangre se derramaba y no la podía detener, entonces,
regaron el asfalto, donde a un perro callejero, le sirvió de alimento.
Me
dispuse aquel día, ir a parar una sangrienta guerra, pero al llegar me dieron
un fusil, y entonces, salí corriendo para hablar con el jefe de
aquel polvorín, y no me dejaron pasar.
Volví
sobre mis pasos hacia mi guarida, donde los folios amontonados ansiosos
me estaban esperando, no les hice caso, y me dispuse a soñar sobre la verde
hierba.
Encarna
Recio Blanco
No hay comentarios:
Publicar un comentario