En la vida de todo ser humano, hay una sucesión de momentos irrepetibles, alegres, tristes, emocionantes, dolorosos y un sinfín de avatares y vivencias que no podemos obviar.
Mi error
ha sido pretender ser feliz siempre, teniendo en cuenta que raramente se
consigue este don, en más de unos cuantos minutos, unas horas, o días. Lo que
yo pretendía era estar tranquila, sin preocupaciones, enamorada, con el
suficiente dinero, para conseguir todo lo necesario, aunque en verdad, no he
sido egoísta con lo que respecta al dinero, pero siempre me ha gustado vivir,
no con lujos, pero dignamente.
Busqué
incansablemente la casa de la felicidad, para quedarme en ella, el resto de la
eternidad, pero nadie supo darme la dirección exacta, ni donde podría
encontrarla ya que el tiempo, siempre me acechaba con su guadaña, tal vez, para
recordarme que luego tendría, el poco sentido que supone, de
tenerlo todo.
Ahora en
esta pequeña reflexión siento que tengo casi todo, todo lo que ha querido
quedarse conmigo, el sol que brilla cada día, la luna que es mi compañera de
fatigas cuando escribo, el viento, las rosas y un sinfín de cosas inmateriales
que vale más, que lo que alguna vez añoré.
Pero sobre
todo tengo algo que nunca puede separase de mi, y esa soy, yo misma.
He
aprendido a quererme, a valorarme y a seguir en esta sucesión de experiencias y
circunstancias, que me han hecho más fuerte.
Que me hacen cada día, mucho más fuerte.
Encarna Recio Blanco.
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