Anoche
hablé con Dios...
Fue
después que te marcharas.
Él
entró en mi habitación,
En
mi mente y en mi alma.
Le
conté de nuestro amor
Aunque
sabía de que hablaba.
Sonriente
me decía:
Que
me perdonaba.
Después
me acarició
Con
sus manos mi vil frente.
Ni
una palabra de enfado,
Ni
un reproche en mis sienes.
¿Qué
haces me preguntó?
¿Por
qué estás tan agotada?
Existe
una dirección
Aunque
no quieras mirarla.
El
cuerpo me lo sanó.
Y
El alma me bautizó.
Me
dijo que siguiera
Siempre
por Su dirección.
He
seguido caminando,
Y
al salir esta mañana...
Ya
no he vuelto a ver a Dios
Aunque
buscándolo estaba.
Yo
le pedía una salida.
Él
medió la solución.
Pero
el que quiere estar ciego
Nunca
puede ver a Dios.