miércoles, 12 de marzo de 2025

Con ochenta y siete años...

 


Con ochenta y siete años aquella mujer  la dan una mala noticia estando ingresada en un hospital  aquejada, de una grave enfermedad.

No sé quien le ha dado la noticia, pero lo que estoy segura es, que no era un alma caritativa, de sopetón la dijeron que su casa había sido ocupada.

Cuando he oído la noticia  me he quedando  sin palabras, mi ser, empezó a temblar, como tiemblan los cipreses en medio del vendaval, tan  indignada me puse, que me tuve que sentar, para no caerme de bruces en mitad de mi zaguán.

Allí, en esa misma cama donde quizás esté muriendo postrada le han dado la triste noticia a esa mujer tan mayor, y tan enfermita.

Esto es intolerable, que unos  bandoleros  se hagan  los amos de una propiedad que ya tiene su dueño. Desconsolada  la pobre mujer empezó a llorar con el gran desconsuelo que supone saber,  que en su casa viven ahora otros dueños.

En aquella casita humilde  que la costó limpiar y fregar los suelos, trabajar en el campo en los duros inviernos, y hasta pedir limosnas,  para pagar aquella hipoteca con el mísero sueldo que a la pobre, la daban en aquellos tiempos.

¿Y yo me pregunto? ¿Era necesario hacerlo en esas condiciones,  para empeorar aún más su estado? Creo que  tenían  que haber esperado hasta que mejorara, o hasta que muriera, sin ese añadido dolor en su alma y en su cuerpo.

No puedo imaginar el tormento y la amargura de esta pobre mujer enferma sin ganas de batallar, y con el gran dolor en su pecho.

¡Qué está pasando señores!  Me dirijo a este gobierno, con cabezas pensantes malignas, con leyes a sus antojos, para seguir a costa de lo que sea vivir, a cuerpo de reyes en palacios, con coronas y con cetros.

¡Quién se atreve a acompañarme! ¡Sin las armas de por medio! ¡Quién quiere gritar conmigo! ante tantas injusticias,  ante tantos desafueros, que cada día soportamos  callados y amedrantados, sin poder hacer nada por  este sufrido pueblo.

Para decir en voz alta y sin miedo que estas leyes son injustas, que los jueces  ya no saben cómo hacerlo, porque algunos con togas mohosas que se decantan para dejar en libertad a los culpables, a los poderosos que al pueblo robaron, y mintieron.

¿Dónde se nos fue nuestra alegría? ¿Dónde la tranquilidad? ¿Dónde la Paz tan ansiada que el pueblo unido quiere encontrar? Ellos nunca conocieron la Caridad y es por eso es, que el Mundo va… como va.

¡Dios mío!  Haz  como hiciste con los  fariseos cuando les echaste de Tu templo.

¡Tu casa no está en oración!  Está entre viles patrañas y atropellos.

 

Encarna Recio Blanco.


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