Con
ochenta y siete años aquella mujer la dan
una mala noticia estando ingresada en un hospital aquejada, de una grave enfermedad.
No sé
quien le ha dado la noticia, pero lo que estoy segura es, que no era un alma
caritativa, de sopetón la dijeron que su casa había sido ocupada.
Cuando he oído la noticia me he quedando sin palabras, mi ser, empezó a temblar, como tiemblan los cipreses en medio del vendaval, tan indignada me puse, que me tuve que sentar, para no caerme de bruces en mitad de mi zaguán.
Allí, en esa misma cama donde quizás esté muriendo postrada le han dado la triste noticia a esa mujer tan mayor, y tan enfermita.
Esto es intolerable, que unos bandoleros se hagan los amos de una propiedad que ya tiene su dueño. Desconsolada la pobre mujer empezó a llorar con el gran desconsuelo que supone saber, que en su casa viven ahora otros dueños.
En aquella casita humilde que la costó limpiar y fregar los suelos, trabajar en el campo en los duros inviernos, y hasta pedir limosnas, para pagar aquella hipoteca con el mísero sueldo que a la pobre, la daban en aquellos tiempos.
¿Y yo me pregunto? ¿Era necesario hacerlo en esas condiciones, para empeorar aún más su estado? Creo que tenían que haber esperado hasta que mejorara, o hasta que muriera, sin ese añadido dolor en su alma y en su cuerpo.
No puedo imaginar el tormento y la amargura de esta pobre mujer enferma sin ganas de batallar, y con el gran dolor en su pecho.
¡Qué
está pasando señores! Me dirijo a este
gobierno, con cabezas pensantes malignas, con leyes a sus antojos, para seguir a
costa de lo que sea vivir, a cuerpo de reyes en palacios, con coronas y con
cetros.
¡Quién se atreve a acompañarme! ¡Sin las armas de por medio! ¡Quién quiere gritar conmigo! ante tantas injusticias, ante tantos desafueros, que cada día soportamos callados y amedrantados, sin poder hacer nada por este sufrido pueblo.
Para
decir en voz alta y sin miedo que estas leyes son injustas, que los jueces ya no saben cómo hacerlo, porque algunos con
togas mohosas que se decantan para dejar en libertad a los culpables, a los
poderosos que al pueblo robaron, y mintieron.
¿Dónde se nos fue nuestra alegría? ¿Dónde la tranquilidad? ¿Dónde la Paz tan ansiada que el pueblo unido quiere encontrar? Ellos nunca conocieron la Caridad y es por eso es, que el Mundo va… como va.
¡Dios mío!
Haz
como hiciste con los fariseos cuando
les echaste de Tu templo.
¡Tu
casa no está en oración! Está entre viles
patrañas y atropellos.
Encarna Recio Blanco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario