El mar, mi mar, ese
mar de nuestros fines de semanas.
¿Qué misterios se esconden en él? ¿Por qué
susurras? ¿Qué ocultas?¿ Qué nos muestras? ¿Qué provoca tus bruscas sacudidas,
¿Qué originan de repente tus caricias?
Todo en ti es
misterioso, atractivo, cuando creemos conocerte vas y te escapas, como un rayo
de luz que percibimos, pero que nunca, nuestra mano alcanza.
Nos acoges cual madre
generosa, nos envuelves, nos meces, nos cantas y luego sin esperarlo,
imprevisible tu otra cara, la odiosa, la horrible, la furiosa, la temible, cuya
terrible fuerza espanta.
En tu seno se
complacen la vida y la muerte en jugar, con el fiel de la balanza.
Espejo de ternuras,
luz y plata cuando llegas a la playa limpia y placida, eres implacablemente
diosa ejecutora del destino, cuando los cuerpos inmolados devuelves a la orilla
mostrando tu imagen de diosa vencedora, que exige su tributo, se apaga el
miserable, que ante ti, no es nada.
Amante seductora, que lo mismo a su presa
atrae, que rechaza, sin embargo, quien un día sucumbe, quien nació mecido por
tu aura, nunca de tu influjo se ve libre, pues añora tu pasión y tu llamada.
El mar…mi mar…ese mar
nuestro. Bello, inmortal cuerpo sin alma, que se quiere, que se añora, que se
admira, que te envuelve, que te arroba y te acaricia.
Ese mar…mi
mar…ese mar nuestro. ¡Cuántos misterios te envuelven!
Encarna Recio Blanco.
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