Me diste un beso aquel día
Y el sol en la luna se tornó
La estrella más lejana que existía
Se posó por un rato en mi balcón.
La noche que cayó no era clara.
Las nubes comenzaron a acechar.
Unas lenguas viperinas y macabras
Escuchaban tras la puerta mi llegar.
Escondí como pude mis deseos.
La mirada y mis manos al hablar.
Esta voz que se vuelve quebradiza
Y mi boca sin dejarme respirar.
Y los fuegos más calientes de la tierra
En mi puerta se plantaron a esperar,
Me juraron no marcharse de mi vida
Y quemarme para siempre sin piedad.
Ahora vago por el mundo de los muertos,
Por aquel beso que nunca debí dar.
Pero en aquella mañana tan fría
Si volviera a vivir…
¡Te volvería a besar!
Encarna Recio Blanco.
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