Era la noche estrellada, venía la primavera
Y el
azahar perfumaba el entorno y la verde huerta.
¡Muerte!
Yo me tropecé contigo y no quise saludarte
Venias
con la guadaña y un cajón para guardarme.
En mis sentidos estruendos que no puedo descifrar
El
miedo ya me podía, me costaba respirar.
Entre
chatarra y estruendo mi cuerpo se debatía
Queriendo
salir a flote de aquella angustia tan fría
Empecé a mirar mis manos con las que tanto escribía
Mis
pies no me soportaban y el cuerpo se me caía
Sentí
la guadaña negra que ya segaba mi vida
Pero dando
un giro me aparte de tu dantesca cogida.
A cenizas olía el campo a violetas ya marchitas
Mil
voces que daban gritos, mi cuerpo se resistía
Un
túnel allá en el fondo vi que de pronto se abría
Pero me quede muy quieta por si una ayuda venia.
En un segundo pasaron películas de mi vida
Todos
seres queridos que tan lejos les tenían
Las
cosas que ya había hecho quizás las mejoraría
Las que
tenía pendientes tal vez, no terminaría.
Me batía con tu fuerza ¡Muerte! pero más me resistía
Saqué
el león que dormía en mí y te espantó de mi vista.
Fueron
segundos tal vez, pero la eternidad que es amiga
Me
susurraba al oído que contigo no me iría.
Me incorporé como pude, mis pies ya me sostenían
Y en
mis ojos apagados, la luz de nuevo volvía.
Miré al
Cielo que estrellado ahora sí, me sonreía
Y le di
gracias a Dios porque por fin…te vencía.
Hoy me propongo el futuro de una manera distinta
De
saborear las cosas simples, buenas y sencillas.
Propósitos
a cumplir sin pereza y sin medida
Los que
merezcan la pena en esta efímera vida.
El amor que di y me dieron pequeño me parecía.
Los
besos que me quedaban nuevamente los daría.
Cuando
vengas otra vez… ¡Muerte!
Ya no
me resistiré, porque tendré los deberes
Impecables
en mi haber.
Encarna Recio Blanco.