Cuantas veces mi pluma sencilla se calla con miedo,
Se queda sin tinta y el
papel se rompe.
Nunca pude madre estando consciente hacerte un poema
Como te mereces.
Fui la oveja negra en
redil caliente.
Fui la incomprendida, la
que quizás no merece
Llevar tu apellido
Blanco cual la nieve.
Fue tu primer beso, promesa, fue tu constancia mi guía,
Fueron aquellos cachetes
luz, para mis negros días.
Fuiste poniendo pontones a mis desvaríos de niña
Para que fuera muy
limpia, no sólo para ir a la escuela
Si no, para ir por la
vida.
Un buen día de tu nido voló tu paloma herida
Y se puso
sola remontando sendas valles y colinas.
Lejos de ti comprendió porque tantas regañas
¡El “Ten cuidado! ¡No corras!
¡Y heme aquí con mil heridas!
Ahora me paro y medito, ahora que ya no soy niña,
Y me duele el corazón y
me duele el alma mía,
Por no saber si llegué,
a lo que soñaste un día.
Recordé tanto mi escuela, a mi maestra,
Y aquella farmacia fría
donde yo, aun tan pequeña,
Ya escribía mis poesías.
Poesías que siempre hablaban de lo que desconocía,
De lo que me imaginaba,
de lo que después vendría.
¡Al amor pobre de mí! A la vida y era tan niña,
Y esas cosa que hoy
conozco antes, que distinta las creía.
Hoy con los años se tornan en realidades tan frías
Que te hielan las
entrañas que te aterida tus días.
Por eso añoro las cosas madre de cuando era una niña.
Sé que el mundo me enseñó cosas que tus no sabías
Y que si las
conocías…siempre tú las silenciaste
Para no tarar mis días.
Pero como es imposible ir de buenas por la vida,
Porque los golpes te
hacen abrir los ojos aprisa.
Se endurecieron mis huesos, trabajé como tú hacías
Y esquivé las zarzas
negras que a mi paso florecían.
Y aquí me tienes, ya hecha casi una mujer prendida
De este mundo más bien
malo, con mi alma más bien limpia.
Fueron suspiros al
viento que recoge esta cuartilla.
Otra vez madre será, cuando mis musas dormidas
Despierten, prometo
hacerte Madre…
La mejor de mis poesías.
Encarna Recio Blanco.