Hoy quisiera mis amigos contarles un cuento.
No es de hadas ni de
duendes, ni de príncipes risueños.
Es, de una niña
soñadora, que quiso escribir un día
Sin tener a su lado
una musa, que le sirviera de guía.
A la sombra de un cerezo escribía, sobre la tierra florida
En el monte y en el
mar, y hasta en la cama dormida.
Su madre siempre la
reñía, cuando la pluma cogía
Diciendo que antes había que estudiar, la lección de
cada día.
Muchas noches en vela pasaba, esperando al nuevo día
Para demandar la Paz,
del Mundo en el que vivía.
Ataba su corazón a un
delirio, de noche y de día
Queriendo parar las
guerras, donde los niños morían.
Quería defender al débil, al triste darle sonrisas
Y para el que tuviera hambre, compartir su comida.
Sus hermanas, riendo
la llamaban, la romántica poetisa
Y con sus folios se
iba llorando, tras las esquinas.
Una tarde de invierno lluviosa, de su casa se escapó
Con su cuaderno de
versos, y su pequeño zurrón.
Sola se hizo mujer
trabajando por tierras lejanas
Subiendo y bajando,
las altas montañas.
Sola entre lobos feroces se debatía, las dificultades
Y los peligros a veces, la perseguían, sin
nadie a su lado
No se rendía.
Se hizo amiga de una
musa, que una tarde se encontró
Llorando junto a un
barranco, sin ropas y sin zurrón.
La consoló, como pudo, rezaron juntas una oración…
Por la Paz de del
Mundo, que se debate entre guerra y
dolor.
Merendaron aunadas
y hablaron, del devenir de la vida
Del amor y el desamor, del placer y la alegría.
Ahora vienen las musas en bandadas,
Cuando la ven pasear
con su cuaderno de versos,
Para poderla ayudar.
¡Y colorín colorado
este cuento se ha acabado!
Encarna Recio Blanco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario