sábado, 12 de noviembre de 2022

Cartas de amor.


Mis días empezaron desde el mismo momento que ella apareció en  mi vida.

Aquella tarde, la vi sentada en el banco de aquel jardín, era rubia como los chorros del oro, sus ojos, se perdían por el frondoso parque que emanaba perfumes y que se mezclaban con el canto de unos pajarillos, que aleteaban a nuestro alrededor.

 Ella me veía llegar, pero se hizo la despistada, siguió con una sonrisa tenue en sus labios, me senté junto a ella y la dije, un simple bueno tardes, me contestó con una voz dulce y melosa que me recordaban, a las clarisas de mi colegio.

 Hablamos de cosas triviales, lo normal cuando dos desconocidos se encuentran, pero había algo en aquellos ojos, que me envolvían, cuando ya se hacía tarde  y nos despedimos, no sin antes, acordar  que nos veríamos al día siguiente en el mismo lugar, en aquel jardín.  Mi reloj  perdió sus manecillas como yo perdí  la sensatez que solía regir mi vida.

Desde aquel día, su belleza, su locura, su alegría inundó mi espíritu y me enamoré perdidamente de ella, mi vida cambio dando un giro y me enredé a ella como una planta que se abraza al árbol más cercano.

 Ella era mi vida, la ternura, la pasión, el temor, el aroma, la lujuria  y todas esas virtudes que tiene la vida, y que a veces, olvidamos por otras, no tan gratas.

 Me enseñó el valor de una promesa, el verdadero amor, ese que nunca muere, la complicidad, la pasión que nunca había tenido en mis noches.

 Sé que no puede ser mía, pero también sé, que la amo y que no encuentro el motivo, ni  la razón, ni la causa, para dejar de hacerlo.

 Si de verdad llegara esta carta a ese ángel que ilumina las noches de los perdidos, le pediría que le diga que nunca, aunque estemos lejos el uno del otro,

la olvidaré, ni el silencio, ni en las lagrimas, ni esta injusta sociedad donde está penado querer, a dos personas a la vez , nada ni nadie arrancarán las cadenas que nos unen a ella, y a mí.

 Dicen que el amor se idealiza cuando se pierde, pero yo sé a ciencia cierta, que mis días empezaron y terminaron  desde aquel día que la conocí.

 

Encarna Recio Blanco.




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