Mariposas sueltas aletean a mí alrededor.
Tienen
miedo de posarse en mi dolor.
De pronto se dispersan por el aire cansino,
Y me quedo sola con mi bolígrafo.
Merodea por la calle el abandono, la soledad,
Cual cirio derretido un penitente con su martirio.
Siento a un niño que late en el abultado vientre de su madre
¡Pobre criatura!
Él
no sabe aún, que no va a ser parido.
Un tañido de campanas secas me sobresaltan
Y el cortejo fúnebre que viene...
Ante mis ojos se para.
Encarna
Recio Blanco
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