En
un valle angosto de árboles secos
Viajé
aquella noche desnuda en un sueño.
Estaba
muy sola sin poder huir
Entre
aquellos parajes que no tenían fin.
Las hojas de un árbol cayeron al suelo
Y
me recordaron un triste suceso.
De
piedras rocosas, de ríos dormidos,
De
aguas muy negras, y de un inmenso frío.
Y
fui tropezando por aquel sendero
No
se oía nada, no mugían los becerros,
Sola
en la negra noche entre rayos y truenos.
Entre
la tormenta, y entre el frío viento.
Clavada
en el suelo seguía implorando al buen Dios,
Que
me rescatara de aquel agujero.
Se
paralizaban al no encontrar salida.
Ni
en los mudos setos, ni en el monte inquieto
No
escuchaba un eco de renacimiento.
Las
horas pasaban sin poder huir.
Existen
momentos que son para siempre,
Y
tristes fantasmas que vuelven a verte.
Abriendo
las heridas sin tercos ungüentos.
Y
en aquel sueño eterno de la noche fría
Recordé
tus brazos que me rescatarían.
Temblaron
mis manos, viviendo el pasado.
Hay
cosas que pasan y sin más se olvidan,
Y
hay hechos que marcan, toda nuestra vida.
Encarna
Recio Blanco.
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