Te pedí
que te fueras
con
ella para siempre
por tu
camino de espinas
y tu cruz,
cual penitente.
Te lo
dije con mil besos
pensando
que eran los últimos
con el
alma hecha jirones
y
mi corazón de luto.
Sin
volver la cabeza te fuiste
sin
mirarme a los ojos
sin
decirme un adiós lastimero
tus pasos
se perdieron.
Y los
demonios vinieron
para
hacerme compañía
diciéndome
con descaro
que era a
mí, a quien querías.
Ya la
noche me lloraba
y mi
cuerpo más gemía
en mi
lecho que revuelto
entre tu
sudor... moría.
Encarna
Recio Blanco
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