En la calle de las ánimas tengo mi casa, prendida
De dos palmeras frondosas que sostienen mi alegría.
Las campanas de la iglesia me acompañan noche, y día.
Los entierros y las bodas, bautizan mis fantasías.
Ánimas impenitentes me saludan al pasar,
Van con las mantillas negras y las lenguas, a explotar.
A mi lado se amontonan y las quieren declamar
Con voces desafinadas y cargadas de maldad.
Oigo gritos en la noche lastimosos sin parar,
Cortejos de solitarios que por las calles van.
El viento ruge cansado cuando las ve pasear,
Parece que las retira pero las deja pasar.
Ánimas que vienen siempre cuando me empiezo
A inspirar, y que ahuyentan a mis musas,
Cuando contentas están.
Encarna Recio Blanco