Cuando me percaté
Que la vida no era un cuento
Ya era demasiado tarde
Para el lamento.
Dejé de pensar en las hadas.
En las musas, en los ungüentos.
Que no o había ni castillos encantados
Ni príncipes de carne y hueso.
Empecé a vivir de otra manera
O moriría en el intento
Aunque a veces mi mente
Se escapaba por otros derroteros.
Me encaré de frente a ella.
Dejé a un lado los sueños
Y me puse una coraza
Que me evitara el sufrimiento.
Y Aquí sigo, haciéndome la fuerte
Pero más débil por dentro.
A cada paso que doy
Otro batacazo me sale al encuentro.
¡No tengo remedio!
Encarna Recio Blanco.